Vistas de página en total

martes, 12 de noviembre de 2013

BOGOTANOSOYYO o Del Delirio de El Dorado. Una respuesta a "Malditos bogotanos" de Giovanni Acevedo

Texto en respuesta al artículo "Malditos Bogotanos" del bogotano Giovanni Acevedo.
Por Juan Biermann (también bogotano)

Es fatigante seguir escuchando voces –criadas en Bogotá– que no escatiman esfuerzo, detalle ni adjetivo para recordarnos todo aquello detestable que puede encontrarse, a diario, por las calles de esta, pese a tanto, hermosa ciudad. Digo fatigante porque es escuchar, una y otra vez, tan solo voces, que señalan, incriminan y sentencian, sin atreverse a usar las manos para cambiar algo de todo aquello terrible que en esta ciudad detectan.
Yo, como nacido y criado en esta ciudad, también quisiera sentarme a llorar derrotado; decir que esta urbe no es más que una prisión de pájaros de alas atrofiadas, incapaces de toda civilización y urbanidad; mezcla promiscua de razas, dialectos y rencores. Y, entre sollozos, señalar a diestra y siniestra, a azules y rojos, a pobre y a ricos, al norte y al sur, al gobierno y al ciudadano, al de ruana y al de corbata, al clima y a la guerra… Acusarlos a todos del malestar que me produce saberme de una ciudad a la que poco, muy poco, se la quiere.
Vivo convencido de que bogotano es aquel que extraña Bogotá cuando está lejos. Lejos puede ser Villeta, Mesitas, incluso Choachí o el mismo Sumapaz. Y a veces creo que lo que se extraña, en el fondo, no es más que una curiosa tibieza (curiosa en tan lluviosa ciudad), de almohada mullida y, a la vez, compartida (quién sabe con quién). Bogotá, pulpo que si no te abraza, te estrangula o te paraliza, mitad tentáculos cariñosos, mitad medusa implacable.
Se podría decir –como se dice de Berlín– que en Bogotá no vive cualquier persona; que ésta es una ciudad con filtro, apta sólo para los más aptos, trinchera restringida, feudo displicente y muchas cosas más. Se podría decir que a Bogotá  sólo entra a vivir quien esté dispuesto a hacer del resto del mundo una compleja –pero ausente– abstracción. Se podría decir que Bogotá es el vertedero de más de medio siglo de violencia. También, podríamos salir a la calle –sin chalecos antibalas o escoltas– y notar que aquello que el atlas o Google Earth llama Bogotá, es un sinnúmero de barrios e historias, yuxtapuestos en convivencia, cual ajiaco en el que cada quien busca y ofrece ese dichoso sabor de casa.
Yerra quien sigue buscando El Dorado en estas tierras, convencido de que hallará el tesoro dispuesto en cofres o en pleitesía multitudinaria [Habría que aclarar que Bogotá no es árbol, sino jardín]. Yerra quien no toma en serio esta ciudad, asumiéndola sucursal de quién sabe qué. Yerra quien solo ve centros comerciales, caótico transporte masivo, vándalos o huecos, en esta ciudad.
Bogotá es una aventura. No conoce futuro. Tiene 475 años; y, como si fuera de 15, aún cree en el amor, pese al mundo entero que la rodea.

Ahora sí, respondiéndole a Giovanni Acevedo:
De acuerdo con que quienes aquí habitan esta ciudad –“sin importar de qué pueblo vengan” – son bogotanos. Y, en ese sentido, no considero que habiten Bogotá quienes permanecen confinados en centros comerciales o en automóviles de escotillas bien cerradas.
A veces, creo que usted sobredimensiona lo exclusivo del maldito comportamiento bogotano. Se nota que no es capaz de creer posible algo peor a la tragedia que nos describe. Pareciera decir: ‘En esta ciudad no se halla lo mejor del mundo, sino sólo lo peor, lo insuperablemente peor’. Atribuciones propias de provinciano, al que 'cosmopolita' le suena a revista de moda y no a Weltanschauung.
Sigamos: Si tanto lo apesadumbra aquella “señora obesa” de “la 79 con Caracas”, sugeriría humildemente que se olvide de ella y dedique sus horas –las disponibles– a preguntarse si eso que escribe, que ha escrito, no “enmugra” (verbo propio del profano vulgo) un idioma que merece tanto o más respeto que el sector informal de la economía de este país.
Debo aclarar que no me interesa, en ningún momento, insultar a nadie. Por el contrario, busco entender mejor a qué van tantos agravios proferidos, contra una ciudad y sus habitantes, por alguien que –al parecer, por lo que afirma reiteradamente– observa a Bogotá a través del vidrio de su auto o de su oficina/cuarto. No lo digo tampoco buscando explicaciones, argumentos o verdades a favor de lo que se le critica a esta ciudad. Llevo aquí viviendo más de treinta años, con lo cual no me sorprende que haya gente que note ciertas cosas y esto le cause hondo malestar. Lo que me sorprende es la ceguera, el autismo, el exacerbado solipsismo  que lleva a alguien a ver esta ciudad –más que un proyecto de convivencia en la diversidad– como una fuente de satisfacción de sus necesidades individuales, más allá de lo que sienta, piense o le ocurra a los demás habitantes de un país en plena construcción, aquejado por profundas injusticias e inequidades, y del que Bogotá no puede escapar (como sí puede Giovanni cada vez que sube el vidrio de su auto o el volumen del aparato que tenga conectado a sus oídos).
Para terminar: Creo que el mejor remedio para las tribulaciones de Giovanni Acevedo podría encontrarse en viajar. Asumo que sus obligaciones no le darán para alejarse de su desgraciada Bogotá más de dos semanas. Eso bastaría: podría viajar a Quito, a Lima, al DF, a Buenos Aires o a Montevideo, para darse cuenta que Bogotá es como un tatuaje que se lleva grabado en la cara. El espejo nos lo recuerda a diario. Aunque si esta perspectiva hispanohablante resulta antipática o indeseable, estaría bien que dedicara esas dos semanas a disfrutar el invierno alemán, francés, inglés o, incluso, italiano; que no viene mal darse cuenta cuán ingrato se puede volver uno cuando se olvida de ser hospitalario.
Giovanni, de corazón, lo invito a que consiga amigos y amigas que, desacomodándolo de su vehículo o de la tibieza de su recinto cerrado, sean capaces de enseñarle un poco de la belleza de la vida que late en ésta, su ciudad.
Con fraternal saludo bogotano,


Juan Biermann

martes, 23 de abril de 2013

TRABAJO CON DOCUMENTO ESCRITO: “Die Küchenuhr” de WOLFGANG BORCHERT




INTRODUCCIÓN

El presente trabajo tiene como objetivo llevar a cabo una primera aproximación al análisis de un do­cu­men­to escrito y, en especial, a un texto literario. Se busca plantear una metodología que pueda ser apli­ca­ble para este tipo de labores y que, al mismo tiempo, funcione como el mayor aporte de este sucinto tex­to. Con las herramientas que se explicarán en renglones ulteriores se pretende también hacer del cuen­to que aquí se analiza un escrito exotérico, aprovechando esa capacidad de W. Borchert para explicar, ex abundantia cordis, un eviterno sentimiento –como lo es aquel malestar ineluctable que produce la gue­rra- en los hombres. Es una aproximación a lo ominoso, lo siniestro del ser humano desde su dolor, desde lo que quedó después de los bombardeos, desde esa generación convertida en ruinas y despojos y, a una mis­ma vez, a aquella esperanza exangüe que prevalece bajo los escombros y que grita, late y se retuerce por ser escuchada. Asimismo, y dentro de mi intencionalidad consciente al escribir estas líneas, está pre­sen­te la necesidad de dar a conocer a este eximio escritor alemán cuya vida, desa­for­tu­na­da­mente corta, lo­gró darle una imagen y una sensación a su momento histórico; es decir, este tra­ba­jo es también un ho­me­naje a Wolfgang Borchert, a su vida y su obra, a su capacidad de abrirnos los ojos a una realidad mu­chas veces distorsionada y desvirtuada, pero que es, a pesar de la constante negación del hombre a su pro­pia capacidad de destrucción, una situación -más allá de excogitable–  real y repetible, plausible en ca­da instante, mortífera para cada uno de nosotros.
El texto está organizado de la siguiente manera: consta de una parte inicial en la que se presenta el cuen­to con que se trabajará (Die KüchenuhrEl reloj de cocina), llamando la atención sobre ciertos tér­mi­nos que se destacarán junto con la palabra que aparece en el texto original en alemán. Se seguirá la tra­duc­ción hecha por Yolanda Steffens de la Escuela de Letras de la U. C. V., hecha en el marco de la cá­tedra “Traducción Dirigida de Literatura Alemana” y publicada por FUNDARTE/ Alcaldía de Ca­ra­cas en 1996. No obstante, y en la medida de lo posible, se tratará de explicar –a través de las notas al pie- algunas de las palabras claves y de las posibles acepciones que determinadas palabras puedan tener y cuyo conocimiento pueda colaborar a una mejor comprensión del texto.
La segunda parte se centra esencialmente en la contextualización del momento por el que pasaba Alemania durante el periodo en el cual el cuento fue escrito. Esto como un segundo frente de enfoque a todo aquello implícito que rodea al cuento y que hace de él un documento en buena medida críptico por su alta carga simbólica.
Siguiendo la intención de la segunda parte, la tercera rememora algunas de las palabras más importantes destacadas en el texto inicial, para llevar a cabo con ellas un ejercicio de análisis a partir del cuadro semiótico explicado en clase.
Se finalizará este ensayo dando un panorama global de los elementos que aporta el cuento, que abarque todo el proceso llevado a cabo y que se detenga, brevemente y como una manera de no dejar ningún cabo suelto, en la metodología que se usó y en sus limitaciones y posibilidades para nuevos estudios de índole semejante.



1. El reloj de Cocina, por Wolfgang Borchert

Ya de lejos lo vieron acercarse a ellos porque llamaba la atención. Tenía un rostro muy viejo (ein ganz altes Gesicht), pero por su modo de caminar se notaba que sólo tenía veinte años (dass er erst zwanzig war).Y con su rostro de viejo se sentó con ellos en el banco. Y luego les mostró lo que llevaba en la mano.
Esto era nuestro reloj de cocina (Küchenuhr), dijo, y los miró a cada uno, a los que estaban sentados en el banco, al sol. Sí, lo encontré. Él se salvó (Sie ist übriggeblieben)[1].
Sostuvo delante de sí un reloj redondo, blanco como un plato de cocina, y con el dedo tocó las cifras pintadas en azul.
No tiene ningún valor, dijo disculpándose, eso lo sé yo también. Tampoco es muy bello. Sólo es un plato, esmaltado de blanco Pero de todos modos se ven muy bonitas las cifras azules, me parece. Las manecillas, por supuesto, no son sino de hojalata. Y ahora no andan. No. Es por dentro que está roto (Innerlich ist sie kaputt)[2], de eso no hay duda. Pero todavía luce como siempre. Aunque ya no anda.
Con la punta del dedo siguió cuidadosamente el contorno del reloj-plato (Telleruhr) y dijo en voz baja: Y él se salvó.
Los que estaban en el banco sentados al sol no lo miraron. Uno se miró los zapatos y la mujer miró su cochecito de niño. Luego alguien dijo:
¿Usted como que lo perdió todo (alles verloren)?
Sí, sí, dijo él alegremente (freudig). Imagínese, ¡absolutamente todo! Sólo él está todavía; él se salvó. Y levantó de nuevo el reloj, como si los demás aún no lo conocieran.
Pero si ya no anda, dijo la mujer
No, no, eso no. Roto sí está; eso ya lo sé (Kaputt ist sie, das weiss ich wohl). Pero aparte de eso está como siempre: blanco y azul. Y les mostró de nuevo su reloj. Y lo mejor (Und was das schönste ist), continuó exaltado, no se lo he contado todavía. Lo mejor (Das Schönste) viene ahora. Imagínense, se paró a las dos y media, justo a las dos y media, imagínense.
Entonces, seguramente su casa fue bombardeada a las dos y media, dijo el hombre, y con aire de importancia sacó el labio inferior hacia adelante. Lo he oído muchas veces (das habe ich schon oft gehört). Cuando la bomba cae, los relojes se paran. Es por la presión.
Él miró su reloj y meneó la cabeza como quien está más enterado. No, estimado señor, se equivoca usted. Eso no tiene nada que ver con las bombas. No. A las dos y media pasaba algo muy distinto, sólo que usted no lo sabe. Eso es lo gracioso (Das ist nämlich der Witz), que se haya parado justamente a las dos y media. Y no a las cuatro y cuarto o a las siete. Porque a las dos y media yo siem­pre volvía a casa. Quiero decir, de noche. Casi siempre a las dos y media. Eso es precisamente lo gra­cio­so (Das ist ja gerade der Witz).
Miró a los otros, pero ellos habían apartado la vista de él. No los encontró. Se volvió entonces a su reloj, asintiendo con la cabeza (Da nickte er seiner Uhr zu[3]): Entonces, por supuesto, tenía hambre, ¿verdad? Y siempre iba de inmediato a la cocina. Entonces eran casi siempre las dos y media. Y luego, pues, llegaba mi madre. Por más cuidado que ponía por abrir la puerta sin hacer ruido, ella siempre me oía. Y cuando buscaba en la cocina oscura algo de comer, se prendía de repente la luz. Entonces estaba ella ahí, con su chaqueta de lana y envuelta en chal rojo. Y descalza. Siempre descalza. Considerando que nuestra cocina tenía piso de baldosas. Y los ojos los tenía casi cerrados porque la luz la encandilaba. Porque ya había dormido. Después de todo, era de noche.
Tan tarde otra vez, decía [entonces] (So spät wieder, sagte sie dann). Nunca decía más que eso. Sólo: tan tarde otra vez. Y entones me calentaba la cena y miraba cómo comía. Se refregaba los pies uno contra otro, porque las baldosas eran tan frías. Nunca se ponía zapatos de noche. Y se sentaba conmigo hasta que estaba satisfecho. Después, todavía la oía guardando los platos cuando yo ya había apagado la luz en mi cuarto. Todas las noches era igual (Jede Nacht war es so). Y casi siempre a las dos y media. Era completamente natural (selbstverständlich), si siempre lo hacía[4]. Y nunca dijo más que: tan tarde otra vez. Pero lo decía todas las veces. Y yo creía que eso no terminaría nunca (Und ich dachte, das könnte nie aufhören). Me parecía tan natural. Todo eso. Pues siempre había sido así (Es war doch immer so gewesen).
Por unos instantes hubo completo silencio en el banco. Entonces él dijo en voz baja: ¿y ahora? Miró a todos. Pero no los encontró (Aber er fand sie nicht). Entonces se dirigió en voz baja a la redonda faz blanca y azul del reloj: Ahora sé que era el paraíso. El verdadero paraíso (Jetzt, jetzt weiss ich, dass es das Paradies war. Das richtige Paradies).
En el banco reinaba completo silencio. Luego la mujer preguntó: ¿Y su familia?
Él sonrío confundido: Ah, ¿quiere decir mis padres? Ellos también desaparecieron. Todo desapareció (Alles ist weg). Todo, imagínese. Todo desapareció.
Él sonrió confundido mirándolos uno tras otro. Pero ellos no lo miraron.
Entonces levantó otra vez el reloj y rió (und er lachte). Se rió: Solamente él. Él se salvo. Y lo mejor del caso es que se haya parado justamente a las dos y media. Justamente a las dos y media.
Después no dijo nada más. Pero tenía una cara muy vieja. Y el hombre que estaba sentado a su lado se miraba los zapatos. Pero no veía sus zapatos. Sólo pensaba todo el tiempo en la palabra paraíso (Er dachte immerzu an das Wort Paradies).


2.  Contextualización

Para el tiempo que Wolfgang Borchert escribía este cuento Alemania vivía la fase final de la Segunda Guerra Mundial. Poco faltaba para la caída definitiva del III Reich; la victoria y avance de los aliados por el oeste y la derrota de las tropas alemanas en Rusia definían un cuadro que dejaba como resultado mi­llones de cuerpos muertos esparcidos entre campos de batalla, ciudades, campos de concentración y ghe­ttos, más de cuarenta millones de refugiados de guerra repartidos por todo lo ancho del globo y rui­nas por doquier, escombros de lo que alguna vez habían sido ciudades, puertos y enclaves comerciales. Y, lo más grave de todo, la certeza de la capacidad de destrucción y autodestrucción que posee el ser hu­ma­no; el afán por el exterminio del otro, de la racionalidad puesta al servicio de los asesinatos en masa, de la tecnología bélica cada vez más avanzada  y más potente, más asesina. Con razón explicaría Günter Grass años después del final de la guerra, expresando esa zozobra que había dejado la guerra en el ser hu­mano, la opción que le quedaba: “Borrarás la Marina / los cerezos, adorm­i­de­ras y hemorragias na­sa­les, / borrarás también esa bandera / y esparcirás sobre los geranios cenizas[5].
La Alemania de los años inmediatamente posteriores a la posguerra se caracteriza por ser una nación dominada por los vencedores aliados de la guerra. Alemania se encontraba de nuevo ante un giro de su trayectoria histórica, y en lo hondo de una crisis más grave que todas las anteriores. En esta ocasión podía decirse de ella que no era ni siquiera un concepto geográfico. Incluso los límites que se le habían señalado en Versalles eran totalmente inciertos. Nadie podía predecir cuando cesaría la ola de refugia­dos del Este, qué territorios determinaría el vencedor para ulteriores expulsiones, y ni siquiera si los occidentales pensaban disminuir también el territorio habitado por alemanes. Como símbolo de que Alemania había perdido todo derecho a continuar existiendo en el sentido del Derecho Internacional, el “Gobierno Dönitz” fue encarcelado en la Alemania Oriental pocas semanas después de la capitulación. Se ordenó el cese de toda actividad económica que no fuera útil a los Aliados. Inmediatamente comenzó el desmonte de la industria alemana. La mayoría de los hombres alemanes habían caído prisioneros de guerra o estaban en las cárceles, las mujeres y los niños vegetaban de manera precaria con los ahorros que habían logrado salvar de la guerra o lo poco que conseguían con su trabajo. Cierto que habían muerto las grandes frases que se habían martillado durante doce años sobre el pueblo alemán, pero también había muerto toda esperanza.
De esta manera encontramos una Alemania deshecha, fragmentada, hecha ruinas a la que vuelve Bor­chert tras su experiencia como soldado y que plasmará en su más famosa obra, Draussen vor der Tür, en la que narra el regreso de un soldado alemán a su Hamburgo natal después de permanecer tres largos años en el frente oriental (Rusia). Las problemáticas tratadas por este autor se restringirán a la guerra, a su experiencia personal como opositor de aquello a lo que lo habían obligado a participar; y es, por eso mismo, cómo sus escritos adquieren una gran relevancia en el ámbito histórico, ya que funcionan como documentos cuya intencionalidad, más que apoyar a alguno de los bandos en conflicto, expresan la tragedia humana, su naturaleza, su dureza y su pequeña esperanza; son relatos escritos desde el ojo mismo del huracán que la mayoría de las fuentes sólo nos permite ver desde afuera.


3. Análisis del cuento

Para adentrarnos un poco en la estructura interna del cuento, voy a utilizar el cuadro semiótico a través del cual, siguiendo algunos patrones establecidos, intentaré discernir los polos al interior del texto.
A pesar de no ser muy largo, el cuento de Borhert permite una amplia gama de posibilidades para llevar a cabo un análisis a partir del cuadro semiótico; no obstante, para no hacer más largo este ensayo, sólo trabajaré aquí con dos categorías: la situación y el estado de las cosas después del bombardeo.
La primera hace alusión a los dos polos extremos dentro de una sociedad humana: la paz, por un lado, y la guerra, por el otro; sin embargo, no utilizaré aquí el término paz, sino que, recordando el texto del cuento, haré uso de la palabra paraíso (Paradies).
En cuanto a la segunda, el estado de las cosas después del bombardeo, define sus dos extremos como: lo que quedó (übriggeblieben) y lo que se fue/perdió (“weggegangen / verloren”[6]).
De manera implícitamente puede observarse en estas dos categorías la presencia del tiempo; es decir, en ambos casos –si se piensa en el cuento- aparece el antagonismo entre pasado y presente. A pesar de no trabajarlo desde un cuadro semiótico, este enfrentamiento / contrariedad la mantendré como trasfondo de mis reflexiones sobre los términos elegidos y de las conclusiones que éstos permitan sacar.
Antes de comenzar, quisiera mencionar que no es objeto de este análisis una interpretación de los símbolos presentes a lo largo del cuento ni, mucho menos, tratar de darle un sentido unívoco al texto; al ser una ficción, una creación literaria, me veo impedido a castrarla dándole un solo enfoque; es así como, desde este mismo punto, pongo de manifiesto la parcialidad de mi análisis y mi intencionalidad. De esta manera, dejo al lector la última palabra, la interpretación última, como una manera de liberarlo de la posible impostura que el autor pretenda realizar sobre él.
La situación



SITUACIÓN (S)

                        (S1) Paraíso                                                                           (S2) Guerra














 






                        (-S2) No-Guerra                                                                    (-S1) No-Paraíso


                                            ESQUEMA POSITIVO   ESQUEMA NEGATIVO





 
Arranco, para este análisis, de la contrariedad entre Paraíso y Guerra. A pesar de que este segundo término no aparece explícito en el texto, puede percibírsele a partir de su contrario; fue precisamente por eso que lleve a cabo una contextualización que permitiera entender al lector el porqué de esta contrarie­dad, cuando el pasado –ya desde el presente de la destrucción por la guerra- se ve como un recuerdo promisorio, una profunda añoranza, una nostalgia por tiempos pasados que me recuerda a las coplas de Jorge Manrique a la muerte de su padre[7].
Viéndose así el pasado, el presente queda reducido a una tragedia a la que hay que conformarse. La guerra ya ha terminado, pero esto no implica que vuelva la paz sino, justamente, un estado de No-Paraíso (ver cuadro). En este punto se distorsiona la implicación de Paraíso a partir de la No-Guerra; el espacio para el Paraíso, tras la guerra, sólo se restringe al pequeño habitáculo de la memoria, una memoria frágil e idealista que observa el horizonte (o los zapatos, como en el caso del cuento) sin verlo, sin percatarse de éste, no habiendo ya en el mundo posibilidad de mejoría tras la gran hecatombe. En esto radica la importancia del texto que aquí se analiza: muestra con una crudeza, a una misma vez sencilla y supre­ma­mente dolorosa, la sensación de su tiempo; la No-Guerra se vuelve un estado de vegetación en el que se existe malamente y en donde, reitero, el Paraíso sólo tiene un lugar en la memoria.
Esa es la Alemania en la que vive Borchert los últimos años de su vida. Una nación sin esperanza, invadida, culpada y culpable, cuya mayor fortaleza es la añoranza. Un país en ruinas, que durante muchos años vivirá alimentándose de una nostalgia por el tiempo pasado, pero, al mismo tiempo, con la conciencia de cierto conformismo frente a la situación en la que se vive a diario debido a una guerra que ellos mismos comenzaron, llevados por la ambición, la inseguridad y la voluntad de poder que les supo prometer e inspirar un bastardo dictador.
El estado de las cosas después del bombardeo




El estado de las cosas después del bombardeo (E)


 


                        (E1) Lo que quedó                                                    (E2) Lo que se perdió
                                übriggeblieben                                                               weggegangen / verloren                                



 



                        (-E2) Lo que no se perdió                                        (-E1) Lo que no quedó
                                  nicht weggegangen / nicht verloren                                              nicht übriggeblieben               

 

                                               ESQUEMA POSITIVO        ESQUEMA NEGATIVO


 



Siguiendo el orden de ideas planteado sobre el cuadro semiótico de la página anterior, el que aquí se presenta reitera la imagen de un pasado completo, “paradisíaco”, y un presente lleno de carencias, entre ellas la que hace referencia a un futuro. No obstante, en este caso se trasciende un poco la dimensión mental para desembocar en una preocupación de orden material: se hace referencia a las cosas tras el bombardeo. Es un recuento de lo material para después, por supuesto, regresar a la idea de lo que se tiene y se ha perdido.
Este ir y venir de lo mental a lo material –apto también para un análisis a través de un cuadro semió­ti­co- jun­to con la idea-enfrentamiento entre lo pasado y lo presente, logra, desde mi punto de vista, abarcar el cen­tro de significación del texto literario con que aquí se trabaja.
El universo se polariza en torno a esos cuatro términos –dos a cada lado-, convirtiendo la realidad en un panorama blanco y negro debido al cual los puntos medios se vuelven inútiles o inexistentes. Es decir, lo que es pasado o perteneciente a él –en tanto objeto que no ha quedado- no puede ser del presente, sino que su lugar está en la memoria, entre las ruinas que ya no sirven para nada.
Y asimismo, todo aquello presente o perteneciente a él –en tanto objeto que sí ha quedado- conforma una realidad gris, cruda y trágica, que es sólo sobrellevable con una alta carga de conformismo y una fuerte esperanza (por pequeña que ésta sea) sostenida en el recuerdo. Pero ese recuerdo es precisamente tan importante porque es el opuesto de lo que se está viviendo. La añoranza a la madre que le servía la comida cada noche, la tibieza del hogar, etc., todo ello ha quedado sepultado, muerto e inerte, ajeno a la realidad cotidiana del protagonista del cuento.



4. Conclusiones

Como una forma de sintetizar la información brindada en los cuadros semióticos anteriores y en líneas previas, presento a continuación un resumen de lo realizado hasta el momento y algunas de las conclusiones que pueden extraerse de este trabajo.


Cuadro semiótico sintético



 


La realidad alemana después de la guerra (R)



 
                (R1) Lo pasado                                                         (R2) Lo presente              
                        Lo que se fue                                                            Lo que quedó
                        El Paraíso                                                                 La Realidad de la Guerra
                        El Recuerdo                                                             El Mundo Real                                                                               







 


             (-R2) Lo no-presente                                               (-R1) Lo no-pasado
                        Lo que no-quedó                                                     Lo que no-se-fue      
                        La no-Realidad de la Guerra                                               El no-Paraíso
                        El Mundo no-Real                                                   El no-recuerdo

 

                              ESQUEMA POSITIVO      ESQUEMA NEGATIVO




Ayudándonos de este tercer cuadro, podemos observar lo que, desde mi punto de vista, el cuento aporta para la comprensión de la realidad alemana de ese momento. Es claro que las posibilidades de interpre­tación y la multiplicidad de éstas es casi infinita; es por eso que resalto, una vez más, que este estudio no busca –ni ha buscado- dejar por sentada ningún tipo de conclusión definitiva en torno a aquel periodo histórico, sino que, por el contrario, sólo desea poner en práctica una metodología de estudio y análisis de textos. Lo que se ha llevado a cabo para desembocar en esta etapa ha sido lo siguiente:

1)      Aproximación a la fuente en sí; diferenciación de sus palabras claves, su contextualización dentro del texto mismo y, cuando era necesario, un corto análisis de su naturaleza polisémica a partir de la comparación con su semejante en alemán.
2)      Contextualización del periodo en que vivió y escribió el autor su obra; enfoque de las caracte­rís­ti­cas más relevantes, para subsumirlas a un fenómeno más amplio, como una forma de darles sen­ti­do[8].
3)      Utilización del cuadro semiótico para crear ideas y reflexiones en torno al tema. Es decir, se uso aquí esa herramienta como una forma de llamar la atención sobre ciertos términos que podrían brindar al lector una fuente de datos para sus reflexiones ulteriores y su mejor comprensión.
4)      Construcción de un cuadro semiótico sintético mediante el cual el lector pueda ver los extremos –a partir de términos constitutivos del texto- del escrito trabajado.

Una vez se ha llevado a cabo este análisis de la fuente escrita, el investigador puede disponer de ella para cuestiones más amplias que abarquen un tema histórico específico. Aquí simplemente he tratado de “dejar lista” la fuente y su análisis para, con base en ella, trabajar con fuentes analizadas de manera semejante y, de esta manera, construir un texto integral que brinde aportes significativos a su campo historiográfico. Este es sólo del comienzo de una investigación por hacer: qué quedó en la cabeza de los  alemanes después de los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial.


Bibliografía

  • Borchert, Wolfgang, Die Hundeblume. Erzählungen. Hamburgo, Rowohlt Taschenbuch Verlag, 1996.
  • Borchert, Wolfgang, El diente de león y otros cuentos. Traducción de Yolanda Steffens, Claudia Lanza, Alejandro Bruzual y Luis Duno. Caracas, FUNDARTE – Alcaldía de Caracas, 1996.
  • Grass, Günter, Escribir después de Auschwitz. Reflexiones sobre Alemania: un escritor hace balance de 35 años. Barcelona, Paidós Asterisco, 1999.
  • Manrique, Jorge. Poesía completa. Barcelona, Planeta, 1988.
  • Tennbrock, R. H., Historia de Alemania. Padeborn, Max Hueber Verlag, 1968.












[1] sie hace referencia al pronombre personal ella con el que hace alusión al reloj, sustantivo que en alemán es femenino. Es importante destacar esto porque la imagen de algo femenino puede hacer alusión a algún otro sustantivo femenino implícito dentro de la idea que busca expresar el autor; por ejemplo: la esperanza (die Hoffnung), el tiempo (die Zeit), etc.
El término übriggeblieben hace referencia a lo que quedó sobrando después de algo; más que haberse salvado, como traduce Steffens, se podría pensar que es algo que quedó entre las ruinas, un resquicio del pasado, un recuerdo material.
[2] Volviendo a lo planteado en la nota al pie anterior, se ve que “ésa”(es decir, el objeto de género femenino al que se refiere el pronombre)  ha permanecido como recuerdo material tras los bombardeos, pero está rota por dentro.
[3] Esta expresión la traduciría yo como: “Inclinó su cabeza hacia el reloj, asintiendo”
[4] La frase original versa: Das war ganz selbstverständlich, fand ich, dass sie mir nachts um halb drei in der Küche das Essen machte. Ich fand das ganz selbstverständlich. Sie tat das ja immer. Yo la traduciría: Era completamente natural, me parecía, que por las noches, a las dos y media, ella me hiciera la comida. Me parecía completamente natural. Ella siempre lo hacía.
[5] Citado por el mismo G. G. en: Grass, G., Escribir después de Auschwitz. Reflexiones sobre Alemania: un escritor hace balance de 35 años. Barcelona, Paidós Asterisco, 1999. p. 23. El resaltado es mío.
[6] A pesar de que el participio weggegangen no aparece a lo largo del texto del cuento, pueden encontrarse sí dos formas seme­jan­tes: alles verloren  y alles ist weg, que son, respectivamente,  una forma de expresar una pérdida y algo que se fue; por eso, al traducirlo, pongo ambos verbos: perderse / irse = se perdió / se fue.
[7] Para no dejarlo en simple mención, los versos dicen así: “Recuerde [Despierte] el alma dormida, / abive [sic] el seso y despierte/ contemplando / cómo se pasa la vida, / cómo se viene la muerte / tan callando; / cuán presto [pronto] se va el pla­zer [sic], / cómo después de acordado / da dolor, / cómo, a nuestro parescer [sic], / cualquiera tiempo pasado / fue mejor”.  Primera de las “Coplas que fizo don Jorge Manrique a la muerte del Maestre de Santiago don Rodrigo Manrique, su padre”, en: Manrique, Jorge, Poesía completa. Barcelona, Planeta, 1988. p. 102
[8] Acepto aquí mi intención de llevar a cabo un análisis historicista –en términos rankeanos- de lo acaecido. No obstante, creo que es importante destacar que no fue objeto mío, en ningún momento,  hacer funcionar estos eventos –y las conclusiones que para el caso específico surgieron- como términos metonímicos; es decir, cada acontecimiento es en sí una totalidad pero no representa, en miniatura, la totalidad a la que pertenece, sino simplemente la suya propia.