Vistas de página en total

domingo, 11 de marzo de 2012

COMENTARIO DE DOCUMENTO: Carta de Bolívar a Santander, del 8 de Junio de 1820



Fuente Editorial: Archivo Santander. Bogotá, Águila Negra, 1914, T. 4, p. 333

Otras ediciones: Cortázar, Roberto, compilador. Correspondencia dirigida al general Santander. Bogotá, Voluntad, 1964. T. 2, Carta No. 412, pp. 168-170

Fuente Documental: Archivo Santander. Bogotá, Águila Negra, 1914. T. 4. p.333

Leída en: Cartas Santander – Bolívar 1820. Tomo II. Fundación para la conmemoración del bicentenario del natalicio y sesquicentenario de la muerte del general Francisco de Paula Santander. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de la República, Administración Virgilio Barco, Editorial Nomos, 1988. pp. 183 -185.


Introducción. Una aproximación a la autenticidad del documento


Esta carta que aquí se comenta fue escrita por Simón Bolívar, y dirigida a Francisco de Paula Santander. Está fechada el 8 de Junio, en el Cuartel General del Rosario, ubicado en el actual Departamento de Santander, en Colombia.
El documento lo leí en una compilación llevada a cabo por el gobierno de Virgilio Barco, en el año de 1988. Es por esto mismo, que se debe tener en cuenta que la imagen que brinda este compilado debe concordar con aquella que el gobierno colombiano quiere dar de dos de sus héroes nacionales. Además, hay que tener en cuenta que este documento fue retocado, actualizado y, muy probablemente, adaptado a la visión de aquel que lo compiló [1].

Esta epístola escrita por el “Libertador de las cinco Naciones”, es un testimonio directo que evidencia su necesidad de hombres y pertrechos militares en su campaña contra los españoles realistas situados, en ese entonces, en Cartagena y Cúcuta. Es una comunicación directa con el general Santander y no considero en ningún momento que se trate de un mensaje que encierre dentro de sí algún tipo de código secreto que busque enmascarar un asunto de mayores dimensiones.
En la carta, Bolívar solicita a Santander, entre otras cosas, cien llaneros de Neiva y trescientos del Cauca para reemplazar a aquellos que tiene en el C. G. del Rosario. De igual forma le solicita que mande de Antioquia trescientos hombres con dirección Córdoba, ya que M. A. Figueredo salía hacia el Magdalena. Al mismo tiempo, Bolívar le informa que Heras, un caudillo regional que colaboró en algunas ocasiones con la causa bolivariana, había salido con mil cien hombres, de los cuales habían quedado novecientos; utiliza esta información para recordarle a Santander la necesidad que tiene el ejército libertador de libertos.
Uno de los aspectos más relevantes de esta comunicación es la recomendación que le hace a Santander de que instruya al batallón de Bogotá en el manejo de armas de fuego, «aunque perdemos (sic) estos rifles a fuerza de manejarlos con reclutas y hombres torpes». De igual forma, Bolívar habla un poco sobre las últimas informaciones que ha recibido desde Venezuela (en donde la escasez de comida es cada vez más preocupante).
Finaliza la carta recordándole a Santander el dinero que él le ofreció en alguna ocasión anterior, como una forma de mejorar la difícil situación que atraviesa[2], y enviándole un saludo que, desde mi punto de vista, podría ser juzgado de demasiado hipócrita o sencillamente impuesto por un tercero[3].


COMENTARIO DEL DOCUMENTO


El momento en que se escribió esta carta puede enmarcarse entre dos grandes eventos relacionados con la política de la naciente República de la Gran Colombia (cuya vida, además de ser problemática, fue sumamente breve). El 17 de Diciembre de 1819 se llevó a cabo el Congreso de Angostura, presidido por Bolívar. Fue en este Congreso donde se creó formalmente la República de Colombia, una unión permanente de los Departamentos de Venezuela, Nueva Granada y Quito (este último, por cierto, estaba aún por ser liberado). El otro extremo de este marco temporal puede situarse el 12 de Julio de 1821, fecha en la cual el Congreso de Cúcuta culminó su labor de redacción de la Constitución (de clara tendencia conservadora), que hizo de la casi recién nombrada República de Colombia un Estado fuertemente centralista.
Una de las principales características de este periodo elegido (17.XII.1819 – 12.VII.1821), mas no exclusiva de éste, es la pugna, cada vez más evidente, entre centralistas (encabezados por Bolívar) y federalistas (encabezados en Colombia por Santander). Aquí viene la primera pregunta: ¿Cómo se consiguió la emancipación exitosa de un país existiendo una pugna interna tan clara y, a veces, tan aguerrida? (se toma como suposición que la República de Colombia consiguió una independencia exitosa frente al yugo español; las relaciones de dependencia o coerción ejercidas por otros países sobre Colombia no se toman en cuenta en esta suposición).
Ante la perspectiva de un enemigo común de federalistas y centralistas, éstos decidieron inicialmente dejar de lado sus divergencias y unirse contra el Imperio español. Pero una vez lograban cierta supremacía sobre éste (como en los primeros años de la década de 1810), los problemas internos resurgían, eran tomados nuevamente en cuenta, y el conflicto entre las partes volvía a encenderse (claro ejemplo de esto es el periodo denominado, en la historia de Colombia, como el de la Patria Boba, de 1811-1812 a 1817-1818).
Así pues, es claro que la relación entre Bolívar y Santander se fundamentaba en una profunda necesidad mutua para luchar contra un enemigo común; una relación que me atrevo a denominar hipócrita y llena de segundos intereses.

Simón Bolívar, autor del documento que aquí se comenta, nació en 1783, en el seno de una rica familia venezolana. Se educó en un ambiente ilustrado, viajó mucho e intentó la liberación de todos los pueblos y países de la América española. Fue responsable de la liberación de Venezuela, Nueva Granada, Quito y Perú (que incluía en ese momento a la Audiencia de Charcas). Pensador político informado y atento al acontecer internacional; de fuertes instintos centralistas que fueron poco a poco socavados por la violencia y la anarquía de las nuevas sociedad y por la desintegración de los nuevos Estados. Murió en 1830, (supuestamente) de tuberculosis, camino del exilio, desesperado por la (in)capacidad de Hispanoamérica para la estabilidad y el progreso.
Francisco de Paula Santander, a quien la carta va dirigida, fue un general colombiano promovido por Bolívar; vicepresidente de Colombia entre 1821 y 1828, periodo a través del cual demostró sus dotes de buen administrador y de intransigente liberal. Fue sentenciado a muerte por ser acusado de complicidad en el atentado a Bolívar en 1828; pero esta pena fue permutada por el destierro. Permaneció fuera del país desde 1828 hasta 1832, dos años después de la muerte de Bolívar y una vez la Gran Colombia se había desintegrado completamente. Al volver del exilio, fue presidente de Nueva Granada (1832-1837). Murió en 1840.

Una vez se ha hecho una breve (pero que considero suficiente) contextualización e introducción del periodo  y de los personajes protagonistas de esta carta, paso a enunciar la intención que tengo al comentar este documento. Este sucinto manuscrito escrito por Bolívar a Santander, desde mi punto de vista, permite entrever el grado de hipocresía que se mantenía en la relación entre estos dos hombres. Sumado a esto, se puede añadir una pequeña reflexión sobre la visión que en la actualidad se tiene (o se quiere imponer) de cada uno de estos hombres y de la relación entre ellos.
La rivalidad entre dos individuos o dos entes puede desaparecer ocasionalmente con la aparición de un tercero en el conflicto; éste, sobre quien caen los ataques de ambas partes inicialmente en pugna, puede lograr un mejoramiento transitorio en las relaciones entre los dos primeros. Pero una vez esta tercera parte es derrotada y obligada a replegarse, ese mejoramiento obtenido decae casi inmediatamente. Esto se puede explicar desde varias perspectivas; no obstante, para que se produzca esta situación deben existir ciertas condiciones básicas.
Bolívar respetó y pretendió ser amigo de Santander porque veía en él a un rival calificado con el que debía contar entre sus filas. Así pues, más que una amistad (palabra usada por un buen número de historiadores  para describir la relación entre ambos) era un pacto de conveniencia, no sólo social (pacto que brindaba ciertas seguridades personales a nivel social y político y que permitía la continuación de acciones de lado y lado con un grado notable de libertad), sino también subjetivo (pacto que brindaba una seguridad personal, tranquilizadora y que le permitía a ambos sentirse tranquilos). Desde esta perspectiva, las biografías tradicionales de estos “héroes patrios” pueden ser reinterpretadas. Pero eso podría ser objeto de otro estudio; yo me limitaré a trabajar sobre la carta en cuestión, aunque considerando pertinente mencionar, cada vez que sea necesario, algunos acontecimientos que ilustren y expliquen el orden y el porqué de  mis razonamientos e interpretaciones.
Es importante anotar que al no ser los documentos originales aquellos que fueron consultados para escribir este comentario, y la vaga aclaración anteriormente citada (sumado al carácter “patriótico” de esta publicación) se podría suponer que algunas de las expresiones o giros fueron retocados con el fin de dar un tono ameno y afable a la conversación epistolaria entablada por Santander y Bolívar. En resumidas cuentas, considero que habría que desconfiar de las palabras o frases que endulcen o suavicen el sentido del contenido. La epístola está escrita en un tono muy amigable; hacen aparición frases como «querido general» o «apreciable carta» que corroboran, en cierta medida lo que acabo de mencionar.
Esta comunicación es un fiel reflejo de la dependencia logística que ataba a Bolívar con Santander. De ahí, quizá, el tono amable y cordial  que, a mi forma de ver, demuestra sutilmente la necesidad de un pacto de conveniencia mutuo. Desafortunadamente, para el lector esto puede sonar un poco a persecución de mi parte, al fundamentarme simplemente en el tono  de una comunicación. Así pues, me valdré de un ejemplo que considero pertinente, ya que brinda mayor claridad sobre el asunto de la mutua conveniencia, que implicaba alimentar una relación llena de hipocresía y cordialidad falsa. Algunos meses antes de haber sido escrita esta carta, en Octubre de 1819, Santander llenó de consternación a Bolívar cuando ordenó el fusilamiento del coronel Barreiro y de 38 oficiales prisioneros después de la Batalla de Boyacá. Notando el disgusto con que algunos círculos allegados a Bolívar tomaron este hecho, Santander le escribió, el 31 de Octubre del mismo año, una larga carta para justificar su acto de venganza. Presente aquí un pequeño aparte de ésta: «Mi deber era asegurar un territorio que todavía estaba plagado de enemigos, y asegurarlo de una manera sólida y estable.  [...] La existencia de la República, su seguridad, era incompatible con la existencia de tales hombres: era menester que murieran o que el Estado quedase expuesto a un trastorno inevitable»[4] (el resaltado es mío). Pero el cinismo de Santander no es lo más preocupante en este caso, ni las interpretaciones de algunos historiadores colombianos que apoyan su justificación (a pesar de ser de gran importancia y de sumo interés, estos temas van más allá del tema de este comentario). Lo que debe preocuparnos, o por lo menos a mí me preocupa porque me da la evidencia que yo considero necesaria para comprobar lo hipócritas e interesadas que fueron las relaciones entre estos dos hombres, es la respuesta de Bolívar. Apartes de su respuesta: «[...]Nuestros enemigos no creerán la verdad, o por lo menos supondrán artificiosamente que nuestra severidad no es un acto de forzosa justicia, sino una represalia o una venganza gratuita. Pero sea lo que fuere, yo doy las gracias a vuestra excelencia por el celo y actividad con que ha procurado salvar la República con esta dolorosa medida. Nuestra reputación sin duda padecerá »[5]. (el resaltado es mío).


BALANCE


Partiendo de mi intención de encontrar en este sucinto manuscrito de Bolívar algo que me sirviera para comprobar la hipocresía y falsedad latente de la relación entre éste y Santander, considero que este documento me es insuficiente para aseverar tal cosa. Por tal razón, me vi en la necesidad de citar otros documentos que, a pesar de pertenecer a los dos protagonistas de la situación que me interesa estudiar, no son el objeto del comentario que aquí presento.

Esta carta puede servir como un pequeño punto de partida para estudios más detallados y menos instintivos (que el que aquí se presenta). De igual forma, sería injusto e incluso irresponsable, verlo desde una sola perspectiva, con una sola intención. Este documento puede servir también como fuente básica para problemáticas como la instrucción militar en jóvenes y niños en el periodo de las Guerras de Independencia en Colombia, los pertrechos y hombres que Bolívar solicitó y Santander le concedió y consiguió en la campaña libertadora, la situación de los patriotas venezolanos en el año de 1820, entre otros muchos temas más. No obstante, para el tema que me planteé desde un comienzo (analizar las relaciones personales entre Santander y Bolívar, basándome en el lenguaje que utilizaban y en los acontecimientos históricos que los ligaron o dividieron, como una forma de desmitificar aquella relación de amistad y complicidad que ciertos historiadores de corte tradicionalista, y superficial, tratan de defender), considero este solo manuscrito como insuficiente, mas no inútil para el tema por mí planteado.



[1] Digo esto refiriéndome a la aclaración que aparece en las primeras páginas del libro y que dice: «Los textos que se reúnen en el presente volumen han sido actualizados ortográfica y tipográficamente, conservando la integridad de su contenid. (el resaltado es mío). Esto último, es lo que yo pongo en duda.
[2] La frase exacta es: «Esto no es lisonjero, pero si usted manda el dinero que he pedido y usted me ha ofrecido, todo se remediará a fuerza de sacrificios, de actividad y de celo».
[3] La frase con la que se despide Bolívar de Santander en esta carta es: «Soy de usted su amigo de corazón».
[4] Citado en: Arizmendi Posada, Ignacio. Presidentes de Colombia. 1810-1990. Colección NHC. Bogotá, Planeta Colombiana Editorial, 1989. p. 55
[5] Ibíd.  p. 56 

No hay comentarios:

Publicar un comentario