Introducción
El
trabajo que aquí se plantea tiene como objetivo interpretar algunas de las
imágenes presentes en el billete de mil pesos. Para esto, voy a describir
sucintamente los objetos que en éste aparecen representados, para después
adentrarme en la labor de su interpretación y posibles significados.
Terminaré
este ensayo –a partir de los resultados de mi interpretación- planteando
algunas de las implicaciones de las imágenes plasmadas en el billete.
A
manera de contextualización, me valí de dos libros: Gaitán: Vida, muerte y
permanente presencia, de J. A.
Osorio Lizarazo (Bogotá, Carlos Valencia Editores, 1979) y Mataron a Gaitán.
Vida pública y violencia urbana en Colombia de Herbert Braun (Bogotá,
Universidad Nacional de Colombia, 1987).
Rostros
y rastros en el billete de 1000 pesos
El
billete de mil pesos surgió, por segunda vez en nuestra “historia numismática”,
en el año 2001 ante el inaudito e incontrolable aumento de moneda falsa de mil
pesos. Estas últimas, aparecidas a mediados de la década de 1990, reemplazaron
a su vez a un billete de 1000 que mostraba sobre sí el rostro de Simón Bolívar,
bajo un fondo azul.
Así
pues, y casi podría decirse por la “malicia” misma de un determinado grupo
perteneciente al pueblo colombiano, Gaitán había terminado sustituyendo a
Bolívar en un billete, cambiando, de paso, el azul rey por un pardo rojizo,
cercano a un rojo moderado.
Claro
que ahora, el billete de mil no vale (ni cuesta) lo que hace diez años. Es, en
este tiempo, el de menor denominación, pero al mismo tiempo el más abundante.
El que más se ve en los buses y cafeterías, en los bolsillos modestos y las
billeteras menos gruesas. Es, por así decirlo, el billete más popular.
Durante
la década de los 60’s (más exactamente, a partir de 1965), comenzó a circular
en Colombia la moneda de 20 centavos que llevaba, estampada en una de sus
caras, el rostro de Jorge Eliécer Gaitán. Aparecía de perfil, bien peinado y
con la boca cerrada. Ésa fue la primera vez que el caudillo apareció en los
bolsillos colombianos. Ahora, casi cuarenta años después, surge de nuevo por un
homenaje que el Banco de la República desea concederle. Un homenaje a un
caudillo liberal, asesinado en las calles bogotanas hace más de cincuenta años.
Alguien que encarnó en sí una nueva forma de interpretar “la voluntad popular”, poniendo el acento en
la pequeña burguesía, dándole a su ideología un cariz de particular socialismo[1].
¿Pero
hasta qué punto logra este homenaje transmitir esa memoria que celosamente
guarda un importante número de colombianos que vieron en él una esperanza de
verdadera representación política, de modelo a seguir? ¿Qué es lo que realmente
pretenden transmitir las imágenes estampadas en este billete? ¿Qué se recuerda
y qué parece que se olvida?
A
continuación pasaré a describir y analizar algunas de las imágenes que más me
llamaron la atención, aprovechando para resaltar también aquéllas que, por
razones que desconozco, aparecen en el plan original del billete pero que, en
la “versión final, no aparecen[2].
Cara A
Destacan en esta cara, según mi opinión,
las siguientes imágenes: la figura en primer plano de Jorge Eliécer Gaitán, el
“pueblo”, de fondo, expectante y atento; y la balanza inscrita en una
circunferencia. Voy a dejar de lado las dos frases ubicadas en el extremo
superior izquierdo, así como en la firma, para centrar mi atención únicamente
en las imágenes mencionadas.
Gaitán en primer plano, el pueblo tras él
Tomada de
la página 339 del quinto volumen de la Historia de Colombia de la Editorial
Oveja Negra ([s.f.])[3],
destacan, a mi parecer, la boca entreabierta, el brazo derecho levantado –a
manera de saludo a la multitud-, la mano derecha sosteniendo un sombrero que
apenas se alcanza a ver, el brazo izquierdo pegado al cuerpo, pétreo e inmóvil;
el pelo brillante y bien peinado, el rostro esbozando un gesto afectado, poco
natural. Es, según percibo, un Gaitán bastante parco, elegante y bien
arreglado, que no mira directamente a la multitud; es más, le da la espalda:
quizá dirigiéndola hacia alguna parte o, tal vez, presentándola frente a algo o
alguien.
En el billete, Gaitán
está sobre la multitud, más arriba, más grande, mejor enfocado (a pesar de ser
el pueblo superior a sus dirigentes); no está entre ellos, no está rodeado por
ellos. No se mezcla con el pueblo, no se confunde con él. Está sobre ellos,
ocupando un primer plano generoso, cubriendo de paso a la gente a sus espaldas.
Por
su parte, la gente observa curiosa hacia un lugar que parece acercarse al punto
en el que se pierde la mirada del caudillo. Escucha, no habla entre sí. Esta
imagen corresponde, precisamente, a una foto tomada de la manifestación del
silencio, que dirigió Gaitán en Febrero de 1948 en la ciudad de Bogotá[4].
La
multitud está compuesta en su gran mayoría por hombres de sombrero y corbata,
mestizos, de rasgos aindiados, acompañados a su vez por algunas banderas que se
levantan a manera de estandartes. No son ya las banderas negras del luto por
los muertos de la violencia partidista –como en aquella manifestación se
demostró-, sino telas que más parecen hacer alusión a un apoyo sin escudos ni
pancartas escritas; son sólo banderas, quizás del partido liberal; quizá,
simplemente, telas levantadas sin mayor significado.
La balanza
Según la
exposición en la Casa de la Moneda, el espacio ocupado por esta balanza estaba
reservado a un pequeño micrófono. Según la misma fuente, buscaban a través de
esta imagen hacer alusión a los viernes culturales, jornadas durante las cuales
Gaitán daba extensas conferencias sobre
múltiples temas en el teatro que ahora lleva su nombre (ubicado en la carrera
séptima con calle 24, en Bogotá). Pero, y unas vez más por razones que
desconozco, este pequeño micrófono no se incluyó en la “versión final”,
cediendo su espacio a una balanza que bien puede hacer referencia a la
formación en derecho del caudillo liberal o bien a alguna consigna que Gaitán
hiciera como una manera de buscar una mayor equidad al interior de la sociedad
colombiana. No creo que represente la justicia que fue incapaz de aclarar, tras
tantos años, los móviles claros y verídicos de la muerte del protagonista del
billete.
Lo que faltó
Para
finalizar con esta descripción y sucinto
análisis de la primera cara, considero pertinente mencionar uno de los objetos
que no fue finalmente incluido en esta faz, pero que sin embargo aparece
presente en la exposición que presenta el Banco de la República en su Casa de
la Moneda.
El
elemento que hace falta constituye un motivo que ocupaba parte del fondo del
billete (en la versión que conoce el público, ese espacio se encuentra ahora en
blanco; ver ilustración junto a este texto). El papel aparece allí sin adorno
alguno, después de que se había pensado para él un pequeño y delicado dibujo de
un racimo de bananos que, al repetirse, constituía un detallado tapete que
representaba, según lo que se presenta en la Casa de la Moneda, toda la
cuestión referente a la matanza de las bananeras y a la amplía labor que llevó
a cabo Gaitán como abogado para darla a conocer.
CARA B
En
esta otra cara del billete, considero como imágenes importantes el rostro de
Gaitán, la muchedumbre tras su imagen y, debido a su ausencia, una serie de elementos que no terminaron
saliendo en el billete que ahora circula por el país.
Gaitán y la muchedumbre
Lo
primero que salta a la vista al observar esta cara del billete es la gran
cabeza del caudillo liberal. Viste, hasta donde se permite ver, con
elegancia; su pelo no presenta arrugas,
su peinado no muestra imperfecciones. Mira al frente, pero no es una mirada
que despierte resquemores ni rencillas; es una mirada parca, tranquila, como
de quien escucha sin afán de interrumpir. Su nariz ancha apunta hacia abajo; no
enseña las fosas, aquéllas que se abrían de par en par cuando daba sus largos
discursos frente a las masas que se reunían a aclamarlo. La boca está cerrada,
silenciosa (silenciada?), algo torcida, pero más por lo que parece ser un
rasgo físico inherente al personaje, que un gesto intencional de desprecio o
asco. Casi parece que fuera a sonreír, al verle la comisura de labios apretada
de esa manera.
Los
dientes no aparecen. Ya en la imagen de la cara anterior se esbozaban
tímidamente. Aquí no aparecen, ni siquiera se sugieren en el gesto. Están
ausentes, bien guardados.
Refiriéndose
a los dientes de Gaitán, Braun los entiende como “símbolo de agresión”: “sus
dientes eran símbolo de su personalidad: agudos, incisivos, caninos” [5].
Así, de esta forma, se puede ver que el retrato que se presenta en el billete
no invita en ningún momento a la agresión. No se muestra, ni siquiera, como
un individuo agresivo. Tampoco bonachón y vivo; es sencillamente una imagen de
billete más, en tanto quieta, aplomada y seria. Es un recuerdo estático que
no tiene por qué hacerse mover.
Tras
la enorme cabeza de Gaitán, se ve, ya más numerosa, una muchedumbre que lo
observa curiosa, sonriente, expectante y, me parece a mí, llena de esperanza.
Compuesta por hombres y mujeres, la imagen muestra a un grupo de gente que,
levantando la cabeza hacia la imagen del caudillo, atiende atenta a quien
parece que los representa.
Una
vez más, Gaitán le da la espalda a su pueblo. Pero está vez, a
diferencia de la cara anterior, se le percibe más unido a la masa que lo
acompaña detrás. No obstante, continúa situado en una posición más alta, mejor
enfocado y detallado; diferenciado de los demás.
Lo que faltó
Grande
fue mi sorpresa al ver, en la Casa de la Moneda, que se tenía pensado incluir un
pequeño dibujo al carboncillo que Gaitán había pintado en su adolescencia y
en el que representaba una pietá. Y no sólo esto: estaba dentro de los
planes rodear este pequeño dibujo con la dedicatoria que había escrito el caudillo
en su tesis de grado de la Universidad Nacional de Colombia. Ésta rezaba así: “
A mi madre: con el tributo pleno de mi amor ardentísimo a ella, faro en mis
tinieblas, puerta en mis naufragios, caridad y bálsamo en el dolor cruel de
mis heridas”[6].
Una
pietá y la referencia explícita a la madre… La mezcla perfecta para hacer de
Gaitán una imagen mesiánica, un Jesucristo mártir colombiano. Afortunada o
desafortunadamente, tanto la imagen como el texto se omitieron. Habría podido
despertar sentimientos de añoranza demasiado fuertes. La sola idea de Gaitán
como Salvador podría haber implicado la búsqueda de un culpable al que se le
tildaría de “anti-Cristo”. Pero esto ya es un poco exagerado; no creo que un
billete pudiera despertar un sentimiento que durante más de medio siglo ha
sido domesticado. Aunque sí considero
que, no ya una reacción violenta, sí hubiera podido generar un malestar por la
muerte del presunto enviado divino. Y además, y más peligroso de todo, habría
sido una legitimación –demasiado sutil- del levantamiento del 9 de Abril de
1948 –y días subsiguientes-, en tanto el pueblo había reaccionado legítimamente
ante semejante asesinato, siguiendo un poco su imaginario católico.
Pero,
como mencioné desde el comienzo, estos detalles fueron omitidos. Así como aquel
pequeño y delicado motivo que adornaba el fondo del billete (de forma
semejante a como se explicó para la cara anterior), que representaba una
semilla germinando, imagen que aludía, según lo que se presenta en la Casa de
la Moneda, a la idea de que Gaitán no murió en vano al dejar germinando muchas
de sus ideas.
A manera de conclusión
Se
ha visto a lo largo de este recorrido cómo la imagen que aparece del caudillo
liberal despierta una sensación de parquedad, de calma; nunca de agresividad.
La ausencia de sus dientes grandes y violentos, del sudor que le bajaba por la
frente en la mitad de sus discursos, sus ojos desorbitados por la emoción; su
cara de “indio” o de “negro”, con su pelo enmarañado y su voz invitando al
pueblo a seguirlo. Se muestra, en cambio, un Gaitán frío, distante, en demasía
serio. Tieso, inmóvil, sobre un pueblo
que ve en él su gran esperanza de mejoramiento de las condiciones de vida.
Además
de esto, es importante decir que el billete está dedicado al Gaitán vivo, no al
muerto. Es decir, no hace en ningún momento alusión al “Bogotazo” (aquí habría
que preguntarse una vez más por qué omitieron el racimo de bananos, la pietá,
la dedicatoria de la tesis y la semilla germinando); para ellos la vida de
Gaitán no tiene nada que ver con su muerte. Gaitán no vivió su muerte, su
muerte no fue vivida con Gaitán.
Considero
que hay un intento consciente –por parte de aquellos que diseñaron el billete-
de brindar una imagen viva de Gaitán. Un Gaitán que sea sinónimo de socialista
utópico, de hijo del pueblo e incluso hasta del mejor político de la historia
de Colombia. Pero nunca sinónimo del 9 de Abril, ni del vandalismo ni de la
violencia que despertó su desaparición.
El
pueblo que aparece acompañándolo es un pueblo tranquilo, reflexivo y curioso.
No violento ni insatisfecho con el mal gobierno. Es, como el espectador del
billete puede corroborar, un pueblo sin manos o, mejor dicho, de brazos caídos;
tranquilo, con el aire amable del campesino gentil o del rolo bien educado. Y,
además, silencioso, con la boca cerrada para poder escuchar mejor las consignas
de su líder, estampadas en una de las caras del billete.
Un
trabajo admirable de manipulación de imagen, de creación de memoria a partir
de la cotidiana presencia entre la gente. Bien lograda, muy sobria y lo
suficientemente conciliadora para no despertar rencillas ni oscuras sospechas.
Definitivamente, y con esto termino, un trabajo que vale más de mil pesos.
[1] Braun, H. Mataron a Gaitán. Vida pública y violencia urbana en
Colombia. Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 1987. Braun escribe:
“Gaitán significó para un amplio y numeroso sector popular colombiano una nueva
forma de entender la participación política en Colombia.[…] Él logró hacer que
el pueblo se sintiera escuchado y representado en el gobierno nacional”. (p.
91)
[2] Cuando hablo aquí del plan original me refiero a lo que se muestra en
la exposición de la Casa de la Moneda (del Banco de la República, carrera 6ª
con calle 11), en la que se presentan y describen las diferentes partes
constitutivas del billete. (Fecha de visita: 12 de junio de 2003).
[3] Según la exposición de la Casa de la Moneda.
[4] Foto tomada de: Historia de Bogotá, Tomo III. Salvat Villegas
Editores, [s.f]. p. 65. Esta información la saque de la exposición en la Casa
de la Moneda.
[5] Braun, H. Op. Cit. p. 158
[6] Esta información la tomé de la exposición de la Casa de la Moneda, en
Bogotá.
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