En esta entrada quiero hablar de las principales ideas desarrolladas en este
libro de Rosa Luxemburg. Para ello voy a describir sucintamente el contenido de
cada uno de los capítulos, para que así el lector/ a se pueda conocer los
planteamientos de Luxemburg sobre esta cuestión.
Este libro cuenta
con seis capítulos. El primero, titulado El derecho de los pueblos a la
autodeterminación, se centra básicamente en el contenido y la aplicabilidad
de los puntos 7º y 9º del Plan de Londres de 1896. Luxemburg critica de ellos
su vaguedad y su inoperancia en el campo específico de aplicación; y sobre el
derecho de las naciones a la autodeterminación, en sí, afirma. “no da ninguna
indicación práctica para la política cotidiana del proletariado, ninguna
solución práctica de los problemas nacionales”. En otras palabras, este
derecho, más que encarar la problemática, es “una jugada para eludir la
cuestión”.
Otra de sus
críticas a esto va enfocada en el sentido de la generalización que implica su
enunciado. De una manera que después será característica en ella, Luxemburg
llama la atención sobre la importancia de la particularidad de cada caso, del
estudio de las condiciones reales y de un socialismo científico que, más que
buscar dar panoramas generales y generalizadores, sea capaz de ofrecer
soluciones que no contradigan la corriente del desarrollo histórico de las
sociedades modernas.
Termina este
capítulo enfocando su atención nuevamente en la contradicción implícita entre
el derecho de las naciones y la teoría de la sociedad de clases, en tanto la
primera, más que basarse en condiciones materiales reales, se constituye como “la
fórmula verbal de una idea metafísica [semejante al derecho al trabajo, etc.],
totalmente irrealizable en el seno de la sociedad burguesa”. Así pues, concluye
aquí, “el punto nueve debe ser remplazado por un texto concreto aunque general,
que dé una solución a la cuestión nacional de acuerdo a los intereses del
proletariado de las respectivas nacionalidades”.
El segundo
capítulo, titulado El estado nacional y el proletariado, se centra en la
definición del estado nacional en el marco de la sociedad burguesa y el papel
del proletariado al interior de ésta. Partiendo de la definición de Kautsky de
los tres factores que constituyen las raíces de una idea contemporánea de la
nación, Luxemburg concluye que esta
idea “está ligada de la manera más estrecha con una época determinada del
desarrollo moderno”. En ese orden, la idea contemporánea de nación esta indefectiblemente
ligada con la emergencia del dominio burgués y el capitalismo industrial.
En este marco (el
estado moderno burgués), la misión histórica del proletariado se convierte en la abolición de éste “como una
forma política de capitalismo en la que él mismo como clase consciente llega al
mundo para establecer el régimen socialista.”
Termina este
capítulo enfocándose en el caso específico de Polonia, en el que aclara que “la
idea nacional jamás representó la idea clasista de la burguesía, con la
de la nobleza”. En este orden de ideas, “la dominación de clase de la
burguesía en Polonia no sólo no requería la creación de un estado nacional unificado
[…], sino que, por el contrario, se levantó sobre la base de la anexión y del
desmembramiento de Polonia”. Así pues, Luxemburg resalta la tradición
nacional polaca como propaganda natural de la contrarrevolución.
En el tercer
capítulo, titulado Federación, centralización, particularismo, la autora
se encarga de demostrar la naturaleza contrarrevolucionaria (antiprogresiva en
términos históricos) del federalismo. Para ello, parte de una identificación
del federalismo con una lógica organizacional feudal, como par antagónico del
centralismo capitalista. Para aclarar este punto, cito: “la misión histórica
del proletariado […] estriba en la revolución mundial, universal, cuyo punto de
partida es el desarrollo del gran estado capitalista”. En ese sentido, aparece
en el horizonte la idea de un centralismo necesario, opuesto a cualquier
afán federalista.
Así pues, termina
el capítulo afirmando categóricamente la naturaleza reaccionaria de cualquier
federalismo: “la idea de federación, retrograda por su propia naturaleza y por
su contenido histórico, en la actualidad se ha convertido en un anuncio
comercial seudorrevolucionario del nacionalismo pequeño burgués y la reacción
contra la lucha revolucionaria clasista del proletariado que se funda en la
unión de todas las naciones”.
En el cuarto
capítulo, La centralización y el autogobierno, Luxemburg encara la
cuestión referente a la importancia de la centralización política y económica,
y su relación con el desarrollo de el autogobierno. Uno de los principales puntos
sobre los que hay que llamar la atención aquí es la caracterización del autogobierno
en distinción con respecto al federalismo. Luxemburg escribe: “El autogobierno
[…] no significa, ni mucho menos, la eliminación del centralismo estatal, sino
su complemento, y sólo juntos dan una plena caracterización de lo que es un
estado burgués”. En este sentido, el
autogobierno es entendido como tentáculo del pulpo centralizador, en tanto es a
partir del desarrollo de una burocracia y un sistema administrativo local
dependiente de un centro como el poder centralizado tiene un mayor control
sobre su área de influencia.
En el quinto
capítulo, La nacionalidad y la autonomía, parte de un marco en el que
relaciona las bases materiales y las formas espirituales en lo referente a la
construcción de una nacionalidad y de una cultura nacional. En ese
sentido, identificando esa cultura nacional como un producto burgués, afirma
que “la autonomía nacional moderna, en el sentido de un autogobierno en un
determinado territorio, sólo es posible ahí donde la nacionalidad
respectiva tiene un desarrollo burgués propio, una vida urbana, una intelliguentzia,
una vida literaria y científica propias.”
En el último
capítulo, La autonomía del Krolestwo polaco, concluye su libro encarando
de nuevo la cuestión polaca y, apoyándose en los argumentos expuestos a lo
largo del texto, afirma “que las condiciones socioculturales e históricas de
nuestro país hacen imprescindible la autonomía nacional en el Krolestwo polaco
como consecuencia ineludible de la revolución política que se opera el estado
ruso, encaminada a la abolición del despotismo asiático y a la creación de
formas progresistas de vida política, adecuadas a las necesidades de la
economía capitalista y del desarrollo burgués. Por las mismas razones, la
autonomía constituye una reivindicación del programa del proletariado polaco
revolucionario”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario