En esta entrada hablaré de los principales puntos
desarrollados en dos textos: un fragmento de La
historia continúa, de Georges Duby y el capítulo correspondiente a la
tercera generación de los Annales del libro de Bourde y Martín, Las Escuelas
Históricas. Comenzaré con este segundo texto, como una manera de
contextualizar un poco el “momento historiográfico”, para después adentrarme en
los planteamientos de Duby.
Con
el desarrollo y la consolidación de la escuela de los Annales, empieza ésta a
convertirse en una poderosa institución que apoya sus pilares, primero, en una
sólida base universitaria, en la que se conjugan enseñanza e investigación; y,
segundo, en un posicionamiento en diversos medios masivos de comunicación que
funcionan como puentes de comunicación entre las investigaciones y una mayor
gama de lectores.
La
escuela de los Annales centra su atención prioritariamente en la Europa occidental y sus
dependencias en un periodo que va desde la Edad Media hasta el
Sigo de las Luces. Esto lo hace siguiendo las pautas ya establecidas por sus
fundadores, alimentando lo que Bourde y Martin denominan “hegemonía de la
reputación”. Esta hegemonía también implica un culto a los antepasados; es
decir, un respeto y enaltecimiento de figuras como Marc Bloch y L. Febvre,
fundadores de la escuela.
Siguiendo
su ejemplo, se abandona la inclinación a la sistematización, proclamándose la primacía
de la investigación científica sobre las opciones filosóficas. Esto conlleva a
un desarrollo de nuevas técnicas de investigación e interpretación de
documentos y fuentes y abre el espacio a una historia comparada que se encarga
de valorar los documentos por su relación entre sí, constituyendo series
documentales de datos comparables. Asimismo, implica una nueva elasticidad de
las fuentes históricas, en tanto la relación entre historiador y documento
cambia, y aparece la posibilidad y la justificación para llevar a cabo extensos
ejercicios de relectura de fuentes ya conocidas.
Hay
que sumarle a estas nuevas dimensiones, la cuestión relativa al tiempo
histórico. Desde su “redefinición” , con los trabajos de F. Braudel, se busca
ahora llevar a cabo análisis de periodos muy amplios, coherentes en su
organización social y económica, coronado por un sistema homogéneo de
representaciones.
Entonces,
se tiene que esta nueva historia, heredada de los Annales, se caracteriza por
un (re)aprovechamiento y “reciclaje” de diversas fuentes, que lleva consigo una
redefinición de la relación entre historiador y fuente histórica; de igual
forma, prevalece la idea de una larga duración de los fenómenos
históricos estudiados. No obstante, y creo que esto no es lo más saludable, es
una historia que, al no poderse desprender lo suficiente de la sociedad en la
que se desarrolla, cae también en la tentación del capital; es decir, se somete
ante las leyes del mercado, estudiando aquello por lo que puede ser mejor
remunerada. Bourde y Martín denominan esto como una caída en el show
bussiness.
Es
muy interesante ver el contraste entre el panorama que dan Bourde y Martin y
aquél que brinda un historiador como Georges Duby. Frente a una imagen
ciertamente crítica de los dos primeros autores, Duby antepone una llena de
vida, de fronteras trascendidas y metas a realizar.
Es
posible que Duby no sea el “paradigma” de los historiadores de la tercera
generación de los Annales; pero sí es
importante en tanto su ejemplo ha trascendido las fronteras francesas y su
amplísima producción no se ha quedado en las exclusivistas bibliotecas de los
especialistas y científicos sociales.
No
obstante, a pesar de sus propias especificidades, no puede negarse que Duby
forma parte y define algunas de las características antes mencionadas sobre la
tercera generación. Pero no considero que pueda vérselo como un “hijo” de
Braudel, como un de sus pupilos directos; Duby es, más bien, un historiador
criado bajo la tutela de las enseñanzas de Bloch y, en especial, de L. Febvre.
Viéndolo así, parece como, tal cual como reza la segunda ley de Mendel, los
caracteres que no aparecieron en la segunda generación aparecieron en la
tercera. Puede comprobarse en buena medida esto que aquí planteo no sólo por el
vínculo estrecho que Duby no niega haber tenido con los fundadores de los
Annales; también, en ese empeño, en esa búsqueda de lo mental tras lo material
que ya Febvre había esbozado a lo largo de su carrera, así como en la intención
de sumar a la reflexión y a la erudición algo de imaginación que llenara los
vacíos y lagunas que los documentos no podían llenar, y en su deseo de
constituir en torno a la investigación también un lugar de enseñanza a través
del cual lo aprendido con la experiencia no se perdiera y pudiera conocer
nuevos horizontes y nuevas perspectivas de análisis.
Considero
que el análisis de Bourde y Martín sobre la nueva historia heredera de los
Annales flaquea al hablar sobre las innovaciones que ésta trajo consigo. Desde
un punto de vista ciertamente sesgado, no dedican mayor atención a figuras como
Duby que no sólo produjo una enorme cantidad de textos y libros de historia,
sino que consiguió dar un nuevo impulso a la historia, al darle una dimensión
geográfica, mental y narrativa que la hizo más asequible, menos aburrida y, en
cierta medida, más completa.
Destaco,
para finalizar, uno de los que, desde mi opinión, es de los mayores aportes de
Duby al trabajo del historiador: ante la encrucijada entre la vida y la
escritura de la historia, este historiador francés elige ambas; el historiador
debe salir de su cuarto, no encerrarse en su burbuja de presunta objetividad.
Caminar y conocer los lugares en los que acaecieron los hechos que se ha dado a
estudiar, abriéndose a sí mismo la posibilidad de ser él también parte de esa
extensa narración de los hechos que, de una u otra manera, también lo cubren.
No es negar la vida con la abstracción, ni la abstracción con el placer de
sentir la vida; es, sin caer en un eclecticismo barato, saber encontrar un punto
medio en el que el historiador se sienta tan ser humano como los hombres y las
mujeres sobre las que investiga y escribe.
Es
para mí siempre un enorme placer leer a Duby. Su ejemplo, sus palabras, en más
de una ocasión me han ayudado ha apaciguar angustias “históricas”, a desenredar
profundos nudos, a enfrentar las dudas que, cada tanto, trae consigo este
quehacer. A él le debo el seguir estudiando esta carrera, así como el hecho de
saber que hay cosas que pueden ser cambiadas, llenándolas de vidas. Profunda
gratitud y respeto, para los cuales las palabras de poco sirven si no se ven
reflejadas con actos y hechos.
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