RESEÑA:
THOREAU, Henry D., Desobediencia civil y otros escritos. Madrid,
Editorial Tecnos S.A., 1994 [1849-1863]. Estudio preliminar y notas de Juan
José Coy. Traducción de Marián Eugenia Díaz. 152 págs.
Henry David Thoreau nació
el 12 de julio de 1817, en Concord (Massachusetts). Es recordado por ser autor
de ensayos, poemas y conferencias; y también por haber dedicado muchos de sus
textos a criticar las inconsistencias del naciente Estado norteamericano,
encabezado por hombres que, a la vez que señalaban a América como la tierra de
la libertad, mantenían vigente la esclavitud y no tenían ningún reparo en
invadir a países vecinos (como lo fue en el caso de México, entre 1846 y 1848).
Aunque más que sólo criticar la política y los políticos de su tiempo, Thoreau
es reconocido como defensor del derecho a pensar por sí mismo. En este sentido,
otorga un valor supremo a la conciencia de cada individuo, elevándola por
encima de los principios establecidos por las leyes. Así lo afirma en Desobediencia Civil, su texto más
conocido: “creo que debiéramos ser hombres primero y ciudadanos después. Lo
deseable no es cultivar el respeto por la ley, sino por la justicia. La única
obligación que tengo derecho a asumir es la de hacer en cada momento lo que
crea justo.”
El libro que aquí
reseñamos está compuesto por cuatro ensayos. El orden en el que se presentan no
es cronológico, sino que obedece, más bien, a un orden lógico. El primero de
los ensayos, Una vida sin principios,
puede verse como una declaración de principios o actitudes éticas
fundamentales, que se verán desarrolladas a lo largo de los tres ensayos
restantes, Desobediencia Civil, La esclavitud en Massachusetts y Apología del Capitán Brown.
El primer ensayo, Una vida sin principios, pese a la
importancia que tienen a la hora de reconocer las bases fundamentales del
pensamiento de Thoreau, no es el más conocido. Fue publicado por primera vez en
el Atlantic Monthly, en octubre de
1863, a poco más de un año de la muerte del autor. Aquí, el tema central que lo
ocupa es la preocupación en torno al modo y la forma como se nos va la vida. En
relación a esto, podemos leer en este ensayo afirmaciones como: “Los caminos
por los que se consigue dinero, casi sin excepción, nos empequeñecen. Haber hecho
algo por lo que tan solo se percibe
dinero es haber sido un auténtico holgazán o peor aún.” “No contrates a un
hombre que te hace el trabajo por dinero, sino a aquél que lo hace porque le
gusta.” “Un hombre eficiente y valioso hace lo que sabe hacer, tanto si la
comunidad le paga por ello como si no le paga.” “Si tuviera que vender mis
mañanas y mis tardes a la sociedad, como hace la mayoría, estoy seguro de que
no me quedaría nada por lo que vivir.” “No hay mayor equivocación que consumir
la mayor parte de la vida en ganarse el sustento. […] Debéis ganaros la vida
amando.” “Deberíamos tratar nuestras mentes, es decir, a nosotros mismos, como
a niños inocentes e ingenuos y ser nuestros propios guardianes, y tener cuidado
de prestar atención sólo a los objetos y los temas que merezcan la pena. No
leáis el Times, leed el Eternidades.”
El segundo ensayo
presente en este libro, La desobediencia
civil (también conocido como “Sobre el deber de la desobediencia civil”)
vio por primera vez la luz en las páginas del Aesthetic Papers, en mayo de 1849. Es éste el escrito más conocido
e influyente de Thoreau, tanto que hasta el mismo Gandhi, en carta al presidente
F. D. Roosevelt, confiesa que ha logrado influenciar su pensamiento. Fue
escrito en un momento en el que Estados Unidos estaba en guerra con México; una
guerra que no sólo traería como resultado la anexión de vastos territorios
otrora mexicanos, sino que le permitiría a Thoreau poner en evidencia las
inconsistencias entre los ideales de la Declaración de Independencia y la
Constitución de los Estados Unidos, y las prácticas del gobierno y los
ciudadanos de la Unión Americana. Es así que afirma: “Miles de personas están, en teoría, en contra de la esclavitud y
la guerra, pero de hecho no hacen nada por acabar con ellas; miles que se
consideran hijos de Washington y Franklin, se sientan con las manos en los
bolsillos y dicen que no saben qué hacer, y no hacen nada; miles que incluso
posponen la cuestión de la libertad a la cuestión del mercado libre y leen en
silencio las listas de precios y las noticias del frente de Méjico tras la
cena, e incluso caen dormidos sobre ambos. ¿Cuál es el valor de un hombre
honrado y de un patriota hoy? Dudan y se lamentan y a veces redactan escritos,
pero no hacen nada serio y eficaz. Esperarán con la mayor disposición a que
otros remedien el mal, para poder dejar de lamentarse. Como mucho, depositan un
simple voto y hacen un leve signo de aprobación y una aclamación a la justicia
al pasar por su lado. Por cada hombre virtuoso, hay novecientos noventa y nueve
que alardean de serlo, y es más fácil tratar con el auténtico poseedor de una
cosa que con los que pretenden tenerla.”
Es precisamente esta
inconsistencia e incoherencia entre principios y prácticas, sobre la que
Thoreau basa buena parte de su argumentación a favor de la desobediencia civil:
“Bajo un gobierno como este nuestro, muchos creen que deben esperar hasta convencer
a la mayoría de la necesidad de alterarlo. […] Lo que tengo que hacer es
asegurarme de que no me presto a hacer el daño que yo mismo condeno.” Más
adelante añade: “Si mil hombres dejaran de pagar sus impuestos este año, tal
medida no sería ni violenta ni cruel, mientras que si los pagan, se capacita al
Estado para cometer actos de violencia y derramar la sangre de los inocentes.
Esta es la definición de una revolución pacífica, si tal es posible.” Y
concluye: “Me complazco imaginándome un Estado que por fin sea justo con todos
los hombres y trate a cada individuo con el respeto de un amigo. Que no juzgue
contrario a su propia estabilidad el que haya personas que vivan fuera de él,
sin interferir con él ni acogerse a él, tan solo cumpliendo con sus deberes de
vecino y amigo. Un Estado que diera este fruto y permitiera a sus ciudadanos
desligarse de él al lograr la madurez, prepararía el camino para otro Estado
más perfecto y glorioso aún, el cual también imagino a veces, pero todavía no
he vislumbrado por ninguna parte.”
En los dos ensayos
restantes (La esclavitud en Massachusetts
y Apología del capitán John Brown) Thoreau habla de la necesidad de una
ampliación efectiva de los derechos fundamentales e inalienables consagrados
desde la Declaración de Independencia. Fundamenta su ataque a la esclavitud a
partir de la exigencia de respeto por la dignidad de cada persona humana,
independientemente de su condición. Así mismo, Thoreau se indigna ante los
atropellos y abusos de los políticos en el poder y de los jueces de los altos
tribunales, así como ante el servilismo de los periódicos frente a los
gobiernos de turno. Y su reclamo, más que recurrir a argumentos políticos o
económicos, apela a la igualdad entre seres humanos: “Quisiera recordarles a
mis compatriotas que ante todo deben ser hombres, y americanos después, cuando
así lo convenga. No importa lo valiosa que sea la ley para proteger las
propiedades e incluso para mantener unidos el cuerpo y el alma, si no nos
mantiene unidos a toda la humanidad.”
A pesar de que los
ensayos que componen este libro fueron escritos hace poco más de siglo y medio,
su vigencia se mantiene. Son textos que nos suenan aún familiares, cercanos,
parte incluso de nuestras ideas. Textos cuyo contexto histórico nos permite
percibir la valentía y la sensatez de una persona capaz de ver más allá de los
destellos de la deslumbrante promesa de vivir en el país de la Libertad. Son
también una invitación a escuchar nuestras propias conciencias, a observar el
mundo con nuestros propios ojos y no a través de lo que los demás quieran que
veamos. Son, en fin, un camino que nos conduce a nuestra libertad, con toda la
responsabilidad que ello implica, como seres humanos, más allá de las
diferencias, las ambiciones y los prejuicios que nos separan y que nos impiden
constituirnos como una comunidad verdaderamente humana.
Bibliografia por favor
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