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viernes, 3 de febrero de 2012

EL ESCLAVO EN LA VIDA SEXUAL Y FAMILIAR DEL BRASILEÑO, V CAPÍTULO DEL LIBRO “CASA GRANDE E SENZALA” de G. FREYRE



Basándose en una multiplicidad de crónicas de extranjeros y nativos durante los siglos XVI y XIX, en algunas fuentes primarias (escrituras, documentos, etc.) y, sobre todo, de vivencias, opiniones e impresiones personales, el autor describe en este capítulo la participación del esclavo en la conformación y consolidación de las estructuras familiares en el Brasil.

El autor comienza hablando de cómo a los niños en el Brasil de los siglos XVII, XVIII y parte del XIX, desde temprana edad se les destruía cualquier intento de espontaneidad, convirtiéndolos en pequeños adultos. Este, según Freyre, se veía reflejado en las vestimentas, los comportamientos, así como en la precocidad que los niños desarrollaban.
Sin darle tiempo al lector de adentrarse mucho en el tema de los niños, el autor empieza a desarrollar otro tema: empieza a hablar de las primeras escuelas jesuíticas, donde ni los negros ni los muleques eran aceptados. De este punto salta al tema del sacerdocio en Brasil, al que se refiere como una especie de aristocracia blanca exclusivista y cerrada. Llenando las hojas de ejemplos, comenta que durante los siglos XVII y XVIII, el sacerdocio en Brasil era, como se mencionó anteriormente, un grupo social cerrado compuesto de blancos; no obstante esto no perduró y a partir de mediados del siglo XVIII, debido al aumento de las relaciones sexuales del clero con multiplicidad de mujeres de diversos orígenes, su clase aumentó y se permitió el acceso a otras razas.
En medio de todo esta sopa de comentarios, anécdotas, ejemplos, afirmaciones, etc., el autor menciona varias cosas que el autor de esta reseña considera de cierta relevancia: No hubo, sino hasta bien avanzado el siglo XVIII y comienzos del XIX una adaptación por parte de los brasileños blancos del traje al clima. Los negros fueron los músicos de la época colonial y de los tiempos del Imperio, trayendo consigo su “alegría característica”, su folclor, su cultura, parte de sus representaciones religiosas y su visión de la vida. Por otro lado, el autor menciona también que la mortandad de los niños de los ingenios fue muy alta debido a la poca o nula higiene existente en el medio en el que se desenvolvían, dando espacio para la difusión de enfermedades e infecciones.
Ya refiriéndose a la mujer, Freyre (siguiendo su estilo de los muchos ejemplos, la multiplicidad de anécdotas, los comentarios de visitantes extranjeros, etc. en el que escribe mucho pero dice poco) dice que los principios que debían regirlas eran la castidad, el pudor, el recogimiento, la timidez, el encogimiento, la sesudez y la modestia. De tal forma, la mujer frente a su marido se veía relegada a un papel secundario, semejante al del esclavo y que también tuvo que compartir con sus hijos mientras éstos aún eran infantes. No obstante, las mujeres (y en este tema se detiene el autor con cierto gusto) lograban tener relaciones extramatrimoniales con otros hombres; a veces ayudadas por las celestinas, caracterizadas por Freyre casi siempre como negras viejas y experimentadas.
Volviendo al tema que enuncia el título del capítulo, el autor menciona ciertas cosas importantes acerca del papel del esclavo en la consolidación de la familia brasileña. Lo primero que menciona (y que reitera en más de una ocasión) es el papel del negro (o mejor dicho, la negra) como amante del blanco, como el grueso de las prostitutas y las concubinas y como razón por la cual las mujeres brasileñas no tuvieron que caer en la prostitución existiendo ya de por sí un grupo claramente definido dedicado a esa labor.
Por otra parte, y continuando con el tema de los esclavos, explica brevemente la relación directa entre el aumento de la producción de exportación y el número de esclavos africanos, deduciéndose de este punto que al no haber esclavos la producción era sumamente baja o inexistente.
Otra cosa que comenta el autor es el papel del esclavo como “hace – todo”; es decir, como encargado de todas y cada una de las responsabilidades existentes en su lugar de trabajo (en especial en las haciendas), permitiendo que su señor se pasase todo el día “echado” en su hamaca.
Otra de las tantas cosas que menciona el autor y en las que no profundiza más que con sus inacabables ejemplos, es la cuestión del clima: éste, a pesar de ser un elemento influyente no determinó el comportamiento de los colonos en el Brasil.
Saltando de este tema a otro, se introduce en la cuestión religiosa. Tanto colonos como esclavos profesaban un grandísimo respeto por la religión, imponiéndose incluso la costumbre de construir una capilla dentro de las haciendas. Del tema religioso, con cierto sutil placer, el autor se adentra en el tema del libertinaje de los frailes. Habla de las pecaminosas costumbres de muchos de estos pero, tratándolo como suma sutileza, habla de la eugenesia que este tipo de relaciones produjo, generando un “elemento social eugenéticamente superior” (cualquier parecido con los filósofos fascistas no creo que sea simple coincidencia), sacando a la luz una “superioridad ancestral” (el autor es reiterativo) que produjo en la sociedad brasileña, además de lo anteriormente mencionado, una dispersión de la riqueza debido a lo numeroso de la prole de los blancos adinerados y de las implicaciones de esto en el reparto posterior de la herencia.
En la parte final del capítulo, el autor se centra en la cocina y culinaria brasileñas (un tema supremamente interesante a la hora de conocer la colonización y emancipación del territorio brasileño). Freyre habla de la “competencia” entre los platos, manjares y postres preparados por blancas y esclavas; estas últimas mucho más loadas por el autor, debido a su exquisita sazón y toque al cocinar.
Finaliza con un comentario muy breve acerca de la emocionalidad de los colonos, los indios nativos y los esclavos africanos; estos últimos caracterizados por una alegría innata, expresada en sus cantos, en su forma de vivir y de enfrentar sus problemas.

Personalmente considero que este libro no alcanza ni el grado de novela, siendo una sarta de comentarios personales y anécdotas, algunas jocosas, en las que el autor alimenta su ego patriótico y aporta, mientras, muy muy muy poco a la historiografía de su país. El manejo de fuentes no considero que sea el mejor: menciona una cantidad de autores, cronistas, etc., pero siempre dentro de lo que él necesita, siendo muy poco objetivo. Otra cosa que encuentro muy cuestionable en este capítulo es la sutil tendencia a tomar a la eugenesia como un verdadero principio científico. Es verdad que hay que entender que en su época eso estaba en pleno furor, pero entonces habría que pensar en elegir otro tipo de lecturas que no hayan sido escritas cuando influencias e ideas tan funestas para la humanidad estaban tan de moda.



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