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lunes, 20 de febrero de 2012

Reseña: Mesa Darío, “La vida política después de Panamá. 1903-1922”. En: Manual de Historia de Colombia III. Bogotá, Procultura S.A., Instituto Colombiano de Cultura. Pp. 81-176


RESEÑA:  Mesa Darío, “La vida política después de Panamá. 1903-1922”. En: Manual de Historia de Colombia III. Bogotá, Procultura S.A., Instituto Colombiano de Cultura. Pp. 81-176

El texto de Darío Mesa, que se incluye en el tercer tomo del Manual de Historia de Colombia, se cen­­tra básicamente en la emergencia y consolidación de lo que se puede denominar un primer Es­ta­do moderno colombiano, en el periodo comprendido entre la pérdida de Panamá y el gobierno de M. F. Suárez. Subdivide este periodo a su vez en varias fases: la primera va desde la indepen­den­cia de Panamá al comienzo del gobierno de Reyes; la segunda es el Quinquenio de Reyes. Las fases si­guien­tes concuerdan con los diferentes periodos presidenciales de los mandatarios que es­tu­vieron en el poder hasta 1922. A continuación haré una breve presentación de cada una de las fases, llamando la atención sobre los puntos que Mesa destaca en cada una de ellas.
La primera de las fases –que, como se dijo, va desde la pérdida de Panamá hasta el comienzo del gobierno de Reyes- se destaca por la precaria situación colombiana en diversos ámbitos: Dificultad en los transportes y las comunicaciones, inexistencia de un mercado nacional, subdesarrollo industrial, carencia de una fuerza económica, política o militar que pudiera garantizar seguridad en la frontera, etc. Al mismo tiempo, la amenaza de un imperialismo salvaje norteamericano se cernía sobre un país bucólico, de caudillos regionales cuyas inversiones públicas en obras productivas se encontraban casi paralizadas por la estrechez del mercado.
Con el ascenso de Reyes a la presidencia –y el comienzo de lo que se podría denominar una segunda fase en el periodo trabajado por Mesa- se hacen más patentes las necesidades y falencias de un país maltrecho, que desea la fuerza y la producción para “construir un Estado nacional moderno sobre las ruinas de Estado territorial anterior, con su poder disperso en los señoríos regionales, con su técnica y su cultura espiritual retrasadas en un siglo” (p. 93). Con Rafael Reyes y su espíritu de empresa se empiezan a desarrollar los primeros puntos de una agenda que apunta hacia una idea de progreso; se afronta el problema de la moneda, se trata de establecer un proteccionismo racional, se crea el Banco Central, se apoya a las primeras industrias del país. En resumidas cuentas, afirma Mesa, “es el capitalismo” (p. 99);  nuevos barcos provenientes del norte atracan en nuestras costas.
¿Pero qué caracteriza a este capitalismo colombiano de los demás capitalismos de más allá de sus fron­teras? Mesa lo explica en términos de idea de razón  en el sentido del cálculo: “La calculabilidad va introduciéndose por los planos del aparato estatal rudimentario y fundamenta las empresas nuevas, igual­mente endebles pero asidas a esa racionalidad que les asegura el predominio” (p. 100). Se habla ya de burguesía emergente, de choque de intereses económicos y de infraestructura nacional. Se busca adap­tar al país a las nuevas condiciones económicas y al nuevo panorama mundial, construyendo los fun­damentos materiales del Estado nacional y, al mismo tiempo, ejercitando el grado de soberanía es­ta­tal que esas bases permiten.
Es una transición la que se vive en la Colombia de comienzos de siglo XX. Reyes huye y se convoca a una Asamblea Constituyente y Legislativa. La Unión Republicana disfruta su corto apogeo; se impulsa al país por los “cauces jurídicos, políticos, económicos y culturales del capitalismo industrial” (p. 129). Con las reformas de 1910 se hace explícita la voluntad de construcción de un Estado moderno.
Con la asunción de Carlos E. Restrepo, se llena el ambiente con las ideas claves de las revoluciones burguesas: la libertad de prensa, el pensamiento jurídico burgués y la observancia de las leyes escritas hacen que el derecho prime sobre el privilegio. Al firmarse el tratado sobre Panamá con Estados Unidos –y las implicaciones económicas e intervencionistas que éste acarrea- se desemboca en una nueva conciencia sobre el papel del gigante del norte en el subcontinente latinoamericano. Las minas y el petróleo atraen a los inversionistas extranjeros como el dulce a las moscas.
Ya para el periodo de José V. Concha, la racionalidad del capitalismo industrial empieza a “desarro­llar­se por todos los resquicios de la economía y la cultura” (pp. 144-145). Pero Concha no experimentaba ni expresaba ni reflejaba la vida nueva de los negocios; tenía una arraigada idea de moral como fuerza cohesiva. Pero esto no impide que la cultura campesina empiece a declinar, mientras el desarrollo de una  industrial nacional cada vez se hace más patente. Por el lado de las relaciones internacionales, se plantea una tajante neutralidad en la primera guerra mundial.
La razón, el número, la ciencia y la técnica, que habían empezado a remplazar las gramáticas y las lecciones en latín, sufren un retroceso durante el gobierno de M. F. Suárez. Hombre de educación clásica, no logró subirse al tren en el que andaba ahora el país que gobernaba. No obstante, logró darse cuenta de la importancia de Estados Unidos dentro del mercado mundial, tanto como comprador como proveedor.
De esta manera, tras un comienzo lleno de resquemor hacia Estados Unidos, Colombia había experimentado un proceso que la había conducido a enfilar sus intereses hacía el norte. Un Estado-nación en formación, un capitalismo industrial embrionario y, lo más importante, un espíritu capitalista había logrado entrar y asentarse durante las dos décadas que siguieron a la humillación de Panamá.

El autor, apoyándose en múltiples y a veces extensas citas, logra argumentar y convencer. Muestra, a partir de un análisis marxista de la realidad colombiana, cómo fue ingresando poco a poco aquel nuevo pensamiento económico que más de una centuria atrás había empezado a desarrollarse en Europa y Norteamérica, aunque de una manera muy diferente. Se detiene en la teoría y sabe complementar con el testimonio de los protagonistas de la época.
Es un texto claro, un poco sobrecargado de citas, pero que se nota que tiene una intencionalidad clara y unos objetivos bien planteados que el autor logra cumplir. Harían quizá falta algunas conclusiones generales de todo el periodo, pero eso ya es labor del lector.

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