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lunes, 20 de febrero de 2012

RESEÑA: John L. Phelan, El pueblo y el rey. Bogotá, Carlos Valencia Editores, 1980


RESEÑA: John L. Phelan, El pueblo y el rey.  Bogotá, Carlos Valencia Editores, 1980


Este libro desarrolla la problemática de la Revolución Comunera colombiana de 1781. Su autor reinterpreta algunos de los aspectos más relevantes a partir de fuentes primarias y de estudios que sobre el tema se han llevado a cabo.
El libro consta de tres grandes partes, además de una introducción en la que expone los medios y los fines de su estudio, así como trata de justificar, basándose en las evidencias por él recogidas, su punto de vista sobre el tema -que difiere en buena medida del de algunos autores colombianos que ven en esta revolución el germen del movimiento independentista de comienzos del siglo XIX.
La primera parte –titulada Carlos III-  se centra en las innovaciones que quiso llevar a cabo el monarca español en sus posesiones de ultramar.  A partir de la comparación entre las ganancias que daba a Francia su pequeña colonia caribeña y las que a España le brindaban las suyas –siendo las primeras enormemente superiores a las segundas en términos de proporción tamaño producción-, la monarquía borbónica decidió implantar medidas de corte mercantilista enfocadas a un aumento de la productividad de sus colonias, consistentes en una abolición de los monopolios ineficaces y una creación de monopolios lucrativos, un mayor control del fisco, así como una serie de estrategias que tenían como objetivo final el rescate del Nuevo Mundo de manos de los conquistadores mediante  la creación de la burocracia de las audiencias (p. 26). Pero lo innovador del reinado de Carlos III –monarca español de 1759 a 1788- no eran precisamente las medidas anteriormente mencionadas sino los medios políticos y constitucionales que pensaba usar para llevarlas a cabo. Así, se reorganizó la jerarquía de los representantes de la Corona en el Nuevo Mundo, disminuyendo de esta manera el número de criollos en los cargos gubernamentales. Teniendo como fin convertir los reinos de ultramar en verdaderas colonias que produjeran el máximo de ingresos para la metrópoli, el rey, a través de sus ministros y sus enviados a América, impuso el monopolio del tabaco y el aguardiente, aumentó la alcabala un 2%, y desarrolló otra serie de medidas que generaron un descontento generalizado en la población de las colonias. Pero este descontento, arguye el autor, no surgió tanto de los nuevos impuestos y monopolios sino, y en esto hace hincapié, en la alteración del pacto tácito entre dominadores y dominados. En el caso de Colombia, aunque no únicamente en éste, las medidas iban en contra de lo que Phelan denomina la “constitución no escrita”, una serie de arreglos informales cuya importancia radicaba en que le daba a los súbditos del rey una cierta participación a la hora de imponer nuevas medidas económicas que los afectaran. Entonces, concluye el autor, no eran las medidas en sí las que exacerbaban los ánimos de la población sino la forma como habían sido impuestas. De esta manera, la responsabilidad no recaía en el rey –quien seguía recibiendo manifestaciones de fidelidad y lealtad- sino en sus ministros y representantes –en especial el regente Gutiérrez de Piñeres.
La segunda parte –titulada Juan Francisco de Berbeo- desarrolla el tema del movimiento popular que dio origen a la Revolución Comunera de 1781, encabezado por Berbeo. Describe las condiciones sociales, económicas y políticas del Socorro (villa que actúo como centro del movimiento), de los miembros de la jefatura del movimiento –y su relación con los círculos patricios de Bogotá-, y las causas y significado de la crisis de 1781. Sobre este último punto, Phelan enfantiza al decir que ésta representó el comienzo de una coalición de diversos grupos sociales y étnicos, aunque de manera muy precaria, en torno a un programa político. Menciona de igual forma la importancia y significado de “Nuestra real cédula” –docu-mento que circuló en las poblaciones descontentas al norte de Bogotá y que tenía como objetivo irritar a la población civil para que marchara sobre la capital y exigiera una respuesta a sus demandas-, y el significado que para cada grupo étnico y social tenía la promesa de un mejoramiento de las condiciones a partir de una revolución armada contra el mal gobierno.
Una vez describe y explica lo anteriormente mencionado, pasa a narra los sucesos  que se desarrollaron en 1781 entre Socorro y Zipaquirá, intentando brindar una explicación a la decisión de Berbeo y sus capitanes de volver a Socorro y aceptar las cláusulas de las Capitulaciones de Zipaquirá. Phelan defiende a Berbeo y analiza su comportamiento partiendo de una contextualización de él dentro de su tiempo y de sus necesidades y miedos, mediante la cual concluye que este líder popular no fue un pusilánime ni un estulto por haber hecho lo que hizo sino que respondió más a sus condiciones de clase y las metas que inicialmente se había propuesto.
Termina esta segunda parte analizando minuciosa y sistemáticamente las Capitulaciones de Zipaquirá, sus alcances y beneficiarios, y su justificación para denominarla como la primera constitución escrita de Nueva Granada.
La tercera parte –titulada Antonio Caballero y Góngora- comienza con un relato de lo acontecido a y acometido por José Antonio Galán –su campaña junto al Magdalena, su relación con Berbeo, su persecución, captura, juicio y execrable ejecución- mediante el cual lo muestra como un táctico pragmático que nunca desarrolló ninguna de las ideologías de igualdad y lucha que algunos de sus apologistas quisieron adjudicarle.
Termina esta última parte, y el libro, explicando detalladamente la forma como el Arzobispo y Virrey Caballero y Góngora logró invalidar las Capitulaciones, al mismo tiempo que se ganaba a la población antes insatisfecha y exacerbada, mediante la colaboración y el trabajo de los monjes capuchinos y de su misma capacidad para manejar y  mezclar un tono paternalista con uno fuerte e inflexible. Pero Phelan también se detiene a mostrar los logros en otros campos de Caballero: la introducción de la ciencia y tecnología al interior de las aulas de educación superior, el refuerzo del establecimiento militar, entre otras.
Culmina su libro exponiendo una reflexión acerca del papel y la influencia de las medidas desarrolladas por Caballero –caracterizadas por introducir innovaciones fiscales y económicas de Carlos III con tácticas paternalistas que evocaban a los Habsburgo, además de permitir el acceso de la Ilustración y la ciencia natural al país- en lo que después sería el proceso de independencia colombiano. Así, desde su punto de vista, fue mucho más relevante su labor que la acometida por Berbeo o Galán.

Este libro es de fácil lectura y, a pesar de ser en algunas ocasiones un poco repetitivo, logra dar al lector una imagen clara de su versión de lo sucedido. Debo aceptar que me convencieron su análisis y sus interpretaciones.

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