Vistas de página en total

lunes, 20 de febrero de 2012

RESEÑA: Medardo Rivas, Los trabajadores de tierra caliente.


Medardo Rivas, Los trabajadores de tierra caliente. Bogotá, Biblioteca Popular de Cultura Colombiana, 1946. 364 páginas

El libro del que se ocupa la presente reseña se puede definir como un intento de recoger y describir algunas de las características más importantes –desde el punto de vista de su autor- de la tierra caliente y de la gente que la comenzó a colonizar durante el siglo XIX. Al mismo tiempo, aprovecha el espacio para legitimar las doctrinas liberales imperantes y las guerras civiles acaecidas durante el tercer cuarto de siglo XIX, contar algunas anécdotas que él considera relevantes, y hacer un recorrido por toda una serie de nombres y lugares que brindan una idea bastante detallada (aunque sesgada, debido al punto de vista del narrador) de la situación y el periodo que abarca el libro (en especial 1840’s a 1890’s).
El libro, a pesar de contar con quince capítulos, puede ser dividido en dos grandes partes: la primera (capítulos I al XI) que se detiene a describir las características físicas de la tierra caliente y de sus gentes, al mismo tiempo que trata de hacer un análisis de la industria en esa región a partir de casos ajenos al suyo propio. La segunda parte (capítulos XII al XV) está escrita de una manera que permite descubrir con mayor claridad la intencionalidad del autor: a lo largo de las líneas Rivas trata de explicar el porqué de su comportamiento, de las doctrinas que sigue, de los personajes que admira y del desarrollo de la industria del tabaco, el añil y el café, a partir de su vivencia propia.
Todo el libro está atravesado por una constante comparación con algunos cánones europeos (que van desde los principios morales que expone de La Rochefoucauld, en el capítulo V hasta la reinterpretación de la figura histórica de Gonzalo Jiménez de Quesada, en el capítulo XIII) que tiene como objetivos -desde mi punto de vista-, primero, el de exaltar los valores del Viejo  Continente y, segundo, aprovechando esto, equipararlos con  ciertas actitudes de determinados personajes (compañeros suyos de partido, compañeros de trabajo, familiares, etc) para así lograr legitimarlos y hacerlos admirables desde el ejemplo europeo.
Entre los puntos que también se reiteran con cierta frecuencia a lo largo del libro –y que aquí menciono sólo sucintamente- se encuentran: un profundo aprecio y respeto a la belleza de la naturaleza y su significado; la admiración a Santander, Manuel Murillo Toro y Tomás Cipriano de Mosquera –entre otros- por su carácter de hitos políticos de la historia colombiana; la creencia absoluta en las bondades del progreso, la ciencia y la tecnología, ligadas éstas a su vez no sólo con la ideología positivista de la época sino también con  conceptos como orden, libertad, moral, evolución y superioridad; la importancia de los nombres, tanto de personas como de parajes, mediante los cuales construye todo un mapa geográfico – genealógico muy útil para aquéllos interesados en el tema de la propiedad de tierras y su relación con las familias que empezaron con las colonizaciones de tierras baldías o selváticas en la región circundante a la sabana de Bogotá.
El estilo de Rivas suelo caer en la apología que limpia toda culpa o falta de quien es objeto el reconocimiento. Por ejemplo: para el caso de Jiménez de Quesada, el autor omite una serie de eventos y apocopa algunos otros con el fin de hacer resaltar, en la mayor medida posible, a su elegido. Aunque para este caso específico, y esto lo considero de suma importancia, no creo que esto tenga como único fin llamar la atención sobre un hombre que alguna vez estuvo en el mismo lugar donde el autor poseyó una hacienda, sino que implica una cuestión mucho más compleja y profunda: la sempiterna orfandad del pueblo colombiano. Es bastante notorio que este intento por enaltecer la memoria de aquel conquistador busca definirlo como Padre Fundador (ya no de todo el territorio sino sólo de la ciudad de Bogotá); imagen, que una vez limpia de todo hecho que pueda oscurecerla, es perfecta para ser puesta como símbolo de un pueblo noble y trabajador digno de un antepasado grande y heroico.

En general, considero que es un libro que se ajusta muy bien a la época en que fue escrito (finales del siglo XIX), y que muestra el pensamiento de un liberal creyente del mito de la imitación de lo europeo como forma de civilizarse y progresar; trabajador, culto y que no pierde el tiempo a la hora de tratar, desde diversas voces, de convencer al lector que él (y sus allegados y simpatizantes) son personas de bien en quien se debe confiar; eso con el claro objetivo de denigrar por antagonismo a sus rivales, los conservadores.

1 comentario:

  1. Gracias por la ilustración. Muy útil para mi investigación de tesis.

    ResponderEliminar